jueves, 28 de noviembre de 2013

CAPÍTULO III: Un hueso duro de roer

Cuando pienso en cómo conocí a Caddy no puedo evitar sonreír… y a la vez sentirme miserable.

Conocí a Caddy desde el instante en que nació. Yo soy apenas seis meses mayor que ella y su madre de nombre Breez, y mi padre estudiaron medicina juntos en Gedea. Su madre era enfermera y mi padre doctor. Nuestros padres eran grandes amigos y mi padre era el único doctor a quien Breez confiaba la salud de sus hijos, no solo por la confianza, sino también por la confidencia de guardar en secreto la ubicación de La Fortaleza.

Mi padre atendió todos los partos de Breez y cuando ella estaba a unas semanas de dar a luz a Caddy, mi padre la visitó y mi madre y yo lo acompañamos. Yo era un bebe muy dormilón y Breez había sugerido que durmiera en la habitación que habían dispuesto para Caddy. Cuando ella nació, no podía dejar de llorar. Gritaba y chillaba de manera lastimosa y con una potencia que podría igualar al silbato de la locomotora. Cuando  la colocaron en la cuna (en la que yo estaba durmiendo) aún no dejaba de llorar y me despertó. Mi padre dice que esperaba que yo rompiera en llanto también, pero que en lugar de eso, miré hacia Caddy y tomé su mano. Dejó de llorar de inmediato y cada vez que Caddy lloraba, la colocaban junto a mí y regresaba a la calma. Desde entonces fuimos amigos y aunque no nos veíamos en largas temporadas, éramos inseparables. Ella me escribía cada semana y su padre llevaba las cartas a tierra y después regresaba por las cartas que le contestaba.

Después de la muerte de mi madre, acompañé a mi padre a todos sus viajes y en ocasiones, cuando no podía acompañarlo, me llevaba a casa de los Mah-Sey y allí me quedaba un mes o dos mientras mi padre viajaba… Lo mejor de quedarme con los Mah-Sey era estar con Caddy. En tierra yo nunca salía. Siempre estaba estudiando bajo la celadora mirada de mis tutores. No tenía amigos ni familiares con quienes jugar y aun cuando mi padre me dedicaba tiempo, siempre éramos solo nosotros dos y mi padre no es tan divertido.

En cambio, ir a visitar a los Mah-Sey era una gran alegría para mí. Su madre era amable y amorosa y su padre era fabuloso contando las historias de sus asaltos. Hasta los hermanos de Caddy llegaban a ser entretenidos.

La fortaleza estaba cerca de una isla y en los días soleados, salíamos a superficie y nadábamos hasta la playa. Pasábamos el día explorando la isla y juntando caracolas, o montábamos una pequeña lancha y pescábamos. En más de una ocasión terminábamos rojos y con quemaduras de sol que duraban meses. Yo siempre quise un hermano y Caddy era el mejor hermano que podía desear. Porque por muchos años, pensé que Caddy era niño.

-¿Por qué?- Considero la pregunta de Kyra bastante justa, aunque en realidad cualquier persona que hubiera estado en mi lugar, habría confundido a Caddy con un niño.

Siendo la única mujer, además de su madre, Caddy tuvo que aprender a defenderse rápido si no quería que sus hermanos la dominaran. Siempre usaba su cabello lo más corto que su madre le permitía, para evitar  que sus hermanos lo jalaran; aprendió a dar golpes bajos y a esconderse en los lugares a los que sus hermanos no tenían acceso fácilmente. Con el tiempo aprendió otros trucos y mañas que le fueron muy útiles para defenderse, y no es que todo el tiempo fueran malos con ella, pero siempre era mejor estar preparada. Era todo un marimacho.

Caddy tenía una afición un tanto peculiar para una niña y gracias a la cual ella y yo éramos inseparables cuando la visitaba. A ella le encantaba leer libros de ingeniería y mecánica. Su afición comenzó cuando estaban construyendo La Fortaleza. Ella tenía cinco años y era una consentida. Su padre la llevaba a todos lados y el sitio de construcción de La Fortaleza no era la excepción. Ella gustaba de pasar el tiempo mirando la maquinaria, los engranes, las herramientas, las chispas que salían de la soldadora… Se le podía ver curiosa levantando tornillos, empaques, rondanas, resortes y preguntar “¿Qué es esto?, ¿Para qué sirve aquello? ¿Esta pieza es importante? ¿Puedo quedarme con esto?”. Y su padre la consentía en toda su curiosidad.

Cuando La Fortaleza estuvo terminada, ella misma se había procurado un espacio escondido en lo más oculto del lugar; un escondite de difícil acceso si no se conocían bien los laberinticos escondrijos ocultos entre la maquinaria, la cual Caddy conocía bastante bien. Era un lugar no muy grande, de unos tres por dos cuerpos; ella había acarreado hasta ese lugar sus libros de ingeniería y cuando tuvo más edad, se las ingenió para acondicionarlo para la construcción de varios curiosos inventos, muchos de los cuales nos salvaron el pellejo más de una vez.

-Ellioth…- me vuelve a interrumpir Kyra- ¿Cómo les salvó el pellejo?, ¿Y que es pellejo?

¿Les ha pasado alguna vez que han escuchado una frase o un dicho y después la repiten una y otra vez hasta que pierde el sentido y la usan sin pensar en su significado?

Bueno, eso me pasa ahora mismo con la frase “Salvar el pellejo”. Si analizamos la frase, se refiere a salvar nuestra piel. Pellejo es una forma despectiva de decir piel. ¿Por qué razón deberíamos salvar nuestra piel? Aun cuando muriésemos, ¿a quién le interesaría quitarnos la piel? Y si tuviéramos que salvar nuestra piel, ¿Por qué no mejor salvar nuestras vidas? Además, las situaciones de las que los inventos de Caddy nos salvaron no implicaban perder nuestras vidas. Solamente escapar de los abusivos hermanos mayores de mi amiga.

Recuerdo una ocasión en que molesté demasiado a Fekki. No recuerdo exactamente cómo; pero lo que si recuerdo es que estaba corriendo por los pasillos de la fortaleza más rápido de lo que nunca había corrido en mi vida.

Al final del pasillo por el que estaba corriendo, había una puerta y pensé que podría escapar por allí, pero al llegar, la puerta estaba cerrada con llave.

-Es el armario de armamento, pequeño “Lilli” - Los hermanos de Caddy me llamaban “Lilli”.

Cerré los ojos preparándome para recibir el primer golpe, pero en vez de eso, algo me salpicó los lentes.

-¡Atrás, bestias!- dijo arriba de mi cabeza una voz que parecía ahogada.

Caddy estaba colgando de los tubos del techo; tenía un arma extraña con un tubo largo y una bolsa y tenía la cara cubierta con una máscara de metal con un tubo y unos googles oscuros. Mientras la miraba, me di cuenta que el pasillo había sido invadido por un olor nauseabundo. Caddy jaló el gatillo de su extraña arma y salieron disparadas tres bolas blancas que se estrellaron en sus hermanos.

-¡Qué asco!- dijo Abdiel -¿Qué es esto, pequeña mocosa?

-Son huevos podridos que he recolectado de la cocina durante todo el año.- dijo mientras volvía  a disparar- Ellioth, ¿Qué esperas? Sube.

Tomé la mano que me extendía Caddy y subí. Los otros muchachos estaban muy ocupados limpiando restos de huevos podridos de sus caras como para atraparme.

-¡Pequeña mocosa! ¡Ya verás cómo…

-¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!- Caddy soltó un agudo grito mientras terminaba de vaciar sus municiones sobre sus hermanos.

Cuando escuchamos pasos acercarse, Caddy y yo nos escondimos entre los tubos. El Capitán Mah-Sey encontró a sus hijos batidos en huevo y obviamente pensó que ellos habían sido los irresponsables que habían llenado el pasillo de huevo podrido y olor nauseabundo. No importó cuantas veces ellos dijeron que había sido Caddy, porque ella y yo ya habíamos escapado hacia su pequeña guarida.

********

Las carcajadas de Kyra me contagian y en poco tiempo un mesero debe venir a pedirnos que hagamos silencio. Mientras continuamos nuestro almuerzo en silencio pero con miradas de complicidad, se escucha un estruendo y el tren se detiene en seco y apenas logro sujetar a Kyra para que no caiga al suelo.

Cuando alguien ha estado en tantas situaciones incomodas y peligrosas como yo lo he estado; ante cualquier contratiempo se tiende a pensar en lo peor. Cuando el tren se detuvo en seco, tomé a Kyra sin pensarlo y corrí hasta encontrar a un guardia.

-¿Qué sucede, Oficial?, ¿Por qué nos hemos detenido?

El oficial me mira con cara de aburrimiento y me dice:

-Un neúm bastante viejo decidió que las vías del tren son un buen lugar para morir. Desgraciadamente, nuestro maquinista no lo vio a tiempo y tres ruedas de la locomotora se han salido de su lugar.

Bajo a Kyra sintiéndome estúpido. Kyra aún está masticando el último bocado de carne que tomó.

-¿Sabe cuánto tiempo tardarán en reparar el desperfecto?

-Bueno. Algunos hombres han regresado a pie a la estación. Cuando lleguen buscaran a los ingenieros y las refacciones necesarias. Eso les tomará un día aproximadamente, y  medio día de ida, y otro medio día de vuelta…. Y si le aumentamos otro día para repararlo… aproximadamente en cinco días estaremos listos para movernos.

-¿No querrá usted decir tres?

-Démosle a los hombres unos días de margen, señor.

-Papá... necesito agua…- Kyra me jala la manga del saco. No puede pasar el bocado y corro al carro comedor con ella.

Mientras Kyra termina su almuerzo, pienso en un  plan. Cuando compré los boletos, planeé un viaje de diez horas y ahora estaremos varados aquí tres días como mínimo.

Quizá viajar en farfanes no era tan mala idea después de todo.

-¿Has terminado tu almuerzo? – le pregunto a Kyra. Ella asiente mientras termina su vaso de jugo – Vamos, que ya es hora de tu lección.

Siempre he dedicado alguna hora del día a educar secularmente a Kyra, pero esta vez es más como un pretexto para que mientras ella esté ocupada y callada, yo pueda pensar en cómo llegar a Gedea a tiempo.

-¿Y la historia, papá?

-Te contaré lo que sigue antes de dormir. Lo prometo.

Mientras Kyra está ocupada contando cuantos dedos de la mano le faltan para completar una difícil división, yo salgo a hablar con algunos pasajeros.

Puedo ver una pequeña muchedumbre afuera del tren, tratando de tomar aire fresco. Es el tercer mes del año, el más seco de todos.

Me quito la casaca y me subo las mangas. Al salir casi puedo sentir como los soles fríen mi piel. Me dirijo hacia la muchedumbre y trato de escuchar lo que dicen.

“El calor es insoportable”, “Dejé a mis hijos adentro para que se refresquen con la ventilación”, “yo tenía que llegar mañana”, “Mi mercancía se echará a perder si no llegamos”…

Nada de eso me ayuda en nada.

Regreso a nuestra cabina y encuentro a Kyra terminando su lección. Después de revisarla y corregirle los errores, la llevo a caminar.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

CAPÍTULO II: El comienzo no siempre está al principio

La historia es curiosa; quienes la hicieron lo son aún más. La magia y asombro de las grandes leyendas reside en la irrealidad de las mismas. La habilidad que tenemos como seres mortales y efímeros de idealizar a nuestros héroes es tan grande que apenas nos damos cuenta de que la tenemos.

El contar una historia no es fácil, y más aún  si uno quiere apegarse a la realidad de lo que pasó. La razón de esto, es que a veces ni siquiera nosotros sabemos qué nos pasó.

Trataré de explicarme mejor. Está en la naturaleza humana renegar nuestros errores y aparentar ser héroes cuando en realidad somos infames en mayor o menor medida. Al contar un suceso molesto que nos ha pasado, muchas veces nos damos cuenta que el error ha sido nuestro, pero pocos tienen el valor de aceptarlo; entonces lo que nos queda es exagerar las actitudes negativas de nuestros enemigos para hacernos parecer como héroes mártires.

Algo similar sucede con nuestros héroes. Al relatar un suceso asombroso que ha sucedido y quererlo relatar, nos damos cuenta que no es algo tan grandioso y exageramos las virtudes heroicas de la historia para hacerla más impresionante. Es nuestra manera de aferrarnos a los sueños que de niños teníamos.

Las emociones que nos embargan al vivir, nos dejan totalmente cegados ante la verdad de la vida que pasa ante nuestros ojos. El tedio de la monotonía hace que nuestro subconsciente escape a escenas más agradables y fantásticas donde todas las virtudes y los vicios son mágicos.

La memoria es engañosa y la imaginación lo es aún más; pero no hay nada más peligroso que cuando la memoria y la imaginación se unen y deciden cambiar las los hechos pasados; además tengo la desventaja de que no todo lo que relato lo viví; sino que me fue relatado; así que es bastante posible que al relatar esta historia, ni si quiera la mitad de las cosas que diré sean totalmente ciertas.

Entonces, si algo puede llegar a parecer irreal o insustancial, no es más que culpa mía. Llegará el momento al final de esta vida en que tendré que comparecer ante los Destinos y seré juzgado teniendo un perfecto recuerdo de todas mis acciones buenas o malas; pero ese momento no es ahora. No tengo recuerdos perfectos; así que en este momento no tengo más remedio que hundirme en mis mentiras mezcladas con realidad.

Si pudiéramos dar marcha atrás en el tiempo - y es algo que yo he intentado lograr muchas veces solo para poder ver un par de ojos purpura brillante una vez más-, podríamos ver a un niño de 8 años. Un mozalbete robusto y moreno, alto para su edad, con un monóculo de largo alcance colgando en su pecho.

Este niño es ni más ni menos que Young Sparks el día que por primera vez visitó los muelles. Young había soñado durante toda su vida con ese momento. Muchas noches se había desgastado la vista leyendo enormes libros a la luz de una vela; estos libros hablaban sobre grandes navíos, barcos legendarios,  piratas y los héroes que los habían vencido, de aventuras en aguas tormentosas, de capitanes temerarios y bravos que habían defendido a su amada a capa y espada…

La razón por la que Young estaba en ese momento en el muelle, era porque su padre se había trasladado a la costa de Gedea para cumplir con su nuevo llamamiento de Capitán de la Guardia Real De Gedea y nada más llegar a la gran Gedea, el Capitán Sparks llevó a Young a los muelles a mirar los enormes buques de guerra.
A Young le fascinó de inmediato un buque que estaba zarpando; lo observaba con detenimiento mientras se separaba del muelle y empezaba a entrar al mar, las velas, los cañones, la muchedumbre de marinos trabajando concentradamente para sacar el buque con cuidado. Era maravilloso. En un descuido de su padre, Young corrió a las escolleras para poder observar el buque más de cerca y por más tiempo.

Cuando el Capitán Sparks se dio cuenta de la ausencia de Young, era tarde. Sin medir el peligro, el niño llegó al final de la escollera y a ver que no podía caminar más allá, decidió descender por las rocas, justo en el momento en que su padre lo divisó. El Capitán le llamó pero debido al ruido de las olas, Young no escuchó el grito de advertencia de su padre.
El Capitán Sparks corrió hacia su hijo cuando observó que el buque estaba a punto de pasar a unos metros de la escollera. Young ni siquiera vio la enorme ola producida por el paso del buque; lo único que sabía era que él se había caído al mar y no sabía nadar.

El Capitán Sparks llegó a las rocas donde su hijo había estado hacía apenas instantes y si pensarlo saltó hacia su pequeño, pero debido a las olas que chocaban contra la escollera, no podía ver al pequeño que en ese momento comenzaba a hundirse.

Algunos marinos que habían llegado  al ver el alboroto sacaron al Capitán del agua contra su voluntad, mientras que otros escudriñaban el agua en busca del pequeño.

Varios minutos después un marino logró ver al niño  en otra escollera que se encontraba a unos cincuenta cuerpos de distancia*. El niño estaba inconsciente pero vivo y en pocos minutos recuperó la consciencia. Cuando le preguntaron si se encontraba bien, el niño solo dijo:

-La sirena me trajo hasta aquí.

Los marineros y el padre del pequeño rieron al escuchar la respuesta del niño, y el incidente solo quedó en un mal recuerdo.

Si uno cree en sirenas, le será fácil creer en esta historia, pero si no se cree en ellas, ni en los poderes de la alquimia y la magia, quizá pensará al igual que los marinos que encontraron a Young, que todo fue producto de su imaginación.

Pero aun cuando uno no crea en sirenas ni en ningún tipo de magia, lo que Young había visto, era sin lugar a dudas una sirena. Una sirena lo había rescatado y esa misma sirena lo había llevado hasta la seguridad de una escollera.

-Pero pensé que las sirenas eran malas- me interrumpe Kyra y ciertamente tiene razón.

Las sirenas son malas. Y no son tal y como nos las han contado nuestros padres, hermosos seres mitad pez y mitad mujer. En realidad las sirenas son unos seres abominables a la vista, mitad ave y mitad humano y lo único agradable que tienen es su hermosa e hipnótica voz.

En realidad lo que rescató a Young ese día, no fue una sirena, sino más bien una nereida. Las nereidas, a diferencia de las horribles sirenas, son seres majestuosos y hermosos, mitad mujer y mitad pez, aunque esto último no estoy muy seguro, porque cuando Caddy me la describió, dijo haber estado segura de ver un par de pequeños y delicados pies sobresaliendo de la cola. Y a diferencia de las sirenas, las nereidas son totalmente mudas y si algún hombre se encuentra en alguna dificultad en medio del mar, las nereidas son quienes sin tardanza le ayudan, sin pedir nada a cambio o pidiendo muy poco.

Sin embargo, Young al igual que mucha gente, confundía a las sirenas con nereidas, pero ese es otro asunto, porque tengo que contar la otra cara de la historia; y es que mientras Young le contaba a su hermana menor una y otra vez como había sido rescatado; a miles de cuerpos de distancia**, una mujer dio a luz a una niña. Una criatura con unos pulmones descomunales, a juzgar por los gritos de su llanto, y tan pequeñita que probablemente cabria en una caja de zapatos.

El nombre que se le dio a la pequeña fue el de Caddy Penélope Ghali Fiammatta Mah-Sey, o solo Caddy, como prefería ser llamada por razones que aclararé más adelante.

 A diferencia de Young, la pequeña no era hija de un Capitán de la Guardia, al contrario, su padre era un pirata. Era la primera niña que llegaba a la familia, además de ella, sus padres habían tenido seis hijos  y la llegada de la pequeña fue motivo de alegría para sus padres, aunque no tanto para sus hermanos.

Cuando la niña tenía cinco años y un hermano menor, su padre había ahorrado lo suficiente para construir La Fortaleza, que a partir de entonces fue el hogar de la numerosa familia Mah-Sey. Además se hizo de una nave submarina y se convirtió en uno de los primeros piratas submarinos que conocemos.

Sobra decir que la enemistad entre Caddy y Young estaba en la sangre, pues el Capitán Mah-Sey y el Capitán Sparks eran enemigos a muerte, aunque se guardaban gran respeto mutuo.

-Si eran enemigos, ¿Por qué se tenían respeto?

La pregunta de Kyra me deja en blanco. Es difícil explicar la diferencia entre el respeto y las relaciones de amistad, porque normalmente uno creería que ambas van de la mano, pero no es así.
El respeto es el sentimiento que te hace reconocer la grandeza de las personas, sus virtudes sin importar si es alguien malo o bueno, o si te agrada o no.

El Capitán Sparks admiraba el valor de Mah-Sey, el amor al legado que su padre le había dejado como pirata, la autoridad con la que comandaba a sus hombres y la astucia con la que lograba sus hazañas.

El Capitán Mah-Sey admiraba la templanza y perseverancia con la que Sparks siempre trataba de atraparlo. Nunca se daba por vencido al tratar de atrapar a algún pirata y no lo haría con Mah-Sey. También admiraba su inteligencia para adivinar las acciones que los infractores de la ley cometerían y siempre estaba un paso delante de todos ellos; exceptuando al Capitán Mah-Sey claro está.

Mientras Mah-Sey y Sparks jugaban a policías y ladrones a lo largo de los mares de  Kil, Young crecía siendo educado para ser soldado de la guardia real y los 10 hermanos Mah-Sey (que con el tiempo se convirtieron en 13), se entrenaban sin cansancio para continuar la tradición familiar.

-¿Cómo los conociste, Ellioth?- pregunta Kyra, que ahora se ha sentado al revés, con los pies en el respaldo y la cabeza colgando sobre el suelo.

El silbato anunciando que el almuerzo está a punto de ser servido en el carro comedor acaba de sonar.

-Vamos a comer algo. Te contaré mientras almorzamos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

CAPÍTULO I: Una historia sin terminar


La lluvia arreciaba cada vez más, Caddy sentía que sus huesos se congelaban y caminaba dolorosamente, más por voluntad que por convicción. El cielo estaba tan nublado y caótico como su mente. ¿En qué punto habían llegado a esto? Trataba de pensar pero por más que quería despejar sus pensamientos, parecía que la lluvia torrencial los revolvía más.


Unos pasos adelante caminaba Young, erguido e inexpresivo. A él no parecía molestarle el frio ni la lluvia y tampoco parecía interesarle que su compañera fuera además de más joven, más débil y lenta. Estaba enojado. Estaba harto de todo y del desastre que acababa de suceder. Sabía que no había sido culpa de nadie, pero encontraba más fácil echarle la culpa de lo sucedido a Caddy.


-Young, -preguntó Caddy tratando de sonar amable- ¿podríamos descansar un poco? No siento nada de las rodillas para abajo.


-Yo no te dije que vinieras. –Contestó Young sin detenerse- Te dije “Quédate en la posada y descansa”.


-Nunca dijiste eso. Simplemente saliste sin decir a donde ibas. No podía dejarte ir solo. Es peligroso.


“Peligro es estar atado a ti todo el tiempo”, pensó Young con rabia.


-¿Y qué puedes hacer tu para que sea menos peligroso? –Dijo finalmente- Todo este lío es para empezar TU CULPA.


Caddy se detuvo y una rabia asesina recorrió su cuerpo, quitándole de inmediato el frio.


-¿MI CULPA? Parece que no recuerdas, Young Sparks, quien te salvó la vida.


Young por fin se detuvo y volteó hacia ella.


-No me salvaste la vida. ¡La arruinaste!-dijo mientras caminaba hacia Caddy- Por fin la había encontrado y gracias a TI no solo la perdí, ¡sino que también perdí mi alma! – el tono de voz de Young se hizo más grave y más fuerte.


-¿Gracias a mí? –Dijo la joven exasperada- No es momento para chistes. Si yo no te hubiera separado de ella a tiempo, en este momento estarías muerto. ¡MUERTO!


-¡Claro que no! ¡Estaría completamente bien! ¡Tú solo sirves para arruinar las cosas!


Si algo molestaba a Caddy era que le gritaran; aunque no era la primera vez que ella y Young intercambiaban gritos, la lluvia, el frio y sentirse perdida, avivó la animosidad que sentía hacía Young.


-¿Arruinarlas? ¿Pues sabes qué? ¡Tú tampoco has sido un sol en mi vida! Si estuvieras muerto, yo en este momento estaría en La Fortaleza, seca, calientita y tranquilla. ¡Y en cambio estoy aquí, en medio de la nada, muriéndome de frio y a punto de explotar!


Young no era la persona más paciente del mundo y ya estaba harto de Caddy y sin pensar en las consecuencias soltó una bofetada en la mejilla húmeda de la chica.


Caddy perdió el equilibrio y cayó al suelo llenándose de lodo. Estaba totalmente enfurecida, herida en su orgullo. Y lo peor era que Young seguía hablando.


-¡Nadie!, -gritaba Young- escúchame bien ¡NADIE! te obligó a seguirme y ¡NADIE! te pidió que compartieras tu alma conmigo. Hubiera preferido mil veces morir a tener que pasar por todo esto.


Caddy finalmente explotó de la peor manera que se le ocurrió.


-¡PUES OJALÁ HUBIERAS MUERTO!

El eco de su grito fue ahogado por la lluvia y cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, se llevó las manos a la boca como tratando de atraparlas en el aire; pero era demasiado tarde. Young cayó de rodillas, sobre el lodo con una mano sobre su pecho.


*****


Miro como mi pequeña Kyra cierra rápidamente el libro al escuchar mis pasos acercarse. No es la primera vez que la sorprendo merodeando en mi laboratorio y tampoco la primera vez que la veo leer mis diarios, es fácil saber que ella está leyendo algo, porque es extrañamente ruidosa para leer.


-Se puede saber, señorita, ¿qué está haciendo aquí? –digo fingiendo severidad en mi voz.


-Solo estaba leyendo, Ellioth.


-¿Y qué leías?- digo mientras me agacho para quedar a su pequeña altura.


Kyra señala el más nuevo de mis diarios, ese en el que solo he escrito un par de hojas.


-¿Y qué te pareció la historia?


-No entendí nada- dice mi pequeña con cara de frustración.


-Bueno, para que puedas entenderla, tendrías que leer todos esos otros diarios- señalo el librero detrás de ella, allí hay tantos libros, que puestos acostados en el suelo, uno sobre otro, podrían rebasar fácilmente la estatura de Kyra.


Kyra pone una cara de miedo al ver tal cantidad de diarios y me mira con sus pequeños ojos de súplica.


-¿Me los leerías? Como los cuentos que siempre me lees al dormir.


Una de las cosas que he hecho cada día de mi vida desde la ocasión en que decidí hacerme cargo de Kyra, es leerle o contarle una historia antes de dormir. A ella le fascina y a mí me encanta ver sus ojitos brillando al imaginarse las escenas que tan detalladamente le relato.


-Es una historia algo complicada para alguien de tu edad.- le respondo, aunque sé bien que terminaré por acceder a su petición.


-Por favor… por favor, por favor, por favor….


-Está bien, pero ahora tenemos que irnos ya. El tren no espera a nadie y el camino a Faria es bastante largo. No olvides llamarme padre o papá cuando estemos frente a la gente en Faria.


-Sí.


-Sí, ¿Qué?


-Sí, papá.- Me abraza y ante su negativa de soltarme, tengo que cargarla hasta el carruaje.


Llegamos a la estación con varios minutos de sobra y siento a Kyra junto a mí mientras esperamos que nos llamen para subir al tren. Mientras esperamos le explico  a Kyra por qué razón tomamos el tren en lugar de viajar en farfanes como es nuestra costumbre, y mientras trato de poner en palabras lo más claras posibles las ventajas de viajar en máquinas operadas por la inteligencia del hombre en lugar de viajar en caravanas de animales gigantescos y salvajes, me doy cuenta por su mirada que lo que menos le interesa a Kyra es su nuevo medio de transporte.


-¿Has puesto atención a algo de lo que te he dicho?


Kyra niega en silencio y descansa su cabeza entre sus manos mientras balancea sus pies que quedan colgando en la banca.


-¿Me podrías contar la historia de tus diarios, por favor?

Algo importante sobre Kyra, es que nunca le gusta quedarse a medias. Todo lo que hace tiene que terminarlo y todas las historias que le cuento deben tener un fin.


-Pero aquí no tengo mis diarios. No te podría contar la historia igual.


-No importa. Por favor, cuéntamela.


Nos llaman a abordar el tren. Kyra se levanta de un brinco y literalmente me arrastra hasta nuestra cabina. Cierra la puerta y espera con impaciencia a que yo acomode nuestro equipaje.


-¿Ya acabaste?


-Aun no.


-¿Ya?


-Espera un poco más.


A veces me gusta hacerla esperar a propósito.


-¡Ellioth!- grita Kyra desesperada, a punto de hacer un berrinche.


Sé que cualquier otro padre en esta situación, reprendería a su hijo y lo castigaría sin historias, sin libros, sin juegos y sin nada en que entretenerse durante las diez horas que dura el viaje hacia Faria; desgraciadamente no soy un padre común.


Tratando de contener la risa, miro a Kyra con fingido enfado y ella se sienta callada junto a la ventana, mirando a las personas que se apresuran para subir al tren.


Me siento frente a ella y saco mi pipa. Kyra abre la ventana porque le molesta el humo del tabaco. A Caddy también le molestaba.


-¿Me vas a contar la historia o no?- Kyra me mira desesperada y sé que si no empiezo a contar la historia ya, se enfadará conmigo y no me hablará el resto del viaje.


-Muy bien, muy bien. –La llamo con las manos para que se siente junto a mí- Como ya te dije, lo que tú leíste fue una parte muy avanzada de la historia. Para que puedas entenderla tendré que empezar desde mucho más atrás.


-¿Me podrías explicar primero por qué peleaban Caddy y Young?

Exhalo el humo de la pipa hacia la ventana mientras pienso en una respuesta rápida.


-Bien. Verás. ¿Sabes lo que es un parteaguas? – Kyra niega con la cabeza – Un parteaguas es un momento preciso en la vida que no esperábamos, pero que define nuestro futuro, inmediato o a largo plazo.


-¿Un parteaguas es como la noche en que me encontraste?


-Sí. Ese es un excelente ejemplo de un parteaguas, porque yo en realidad no esperaba encontrarte y cambiaste mi vida por completo. Pero un parteaguas no siempre es una ocasión feliz, como cuando te encontré. Los parteaguas pueden ser segundos decisivos tras los cuales todo es felicidad o instantes fatídicos que al terminar nos hacen desear dar marcha atrás para poder cambiarlos. Nuestras vidas están llenas de esos momentos y es parte de la vida tomar malas decisiones. Es parte de la vida renegar de lo que somos y es parte de la vida atormentarnos cada minuto por ese instante, por esa acción que nos dimos cuenta que estaba mal justo en el segundo de realizarla, pero ya no hay marcha atrás.


El tren está comenzando a moverse y Kyra se acurruca en mi regazo y poco a poco la historia de cómo Young y Caddy se conocieron comienza a brotar por mis labios.