jueves, 28 de noviembre de 2013

CAPÍTULO III: Un hueso duro de roer

Cuando pienso en cómo conocí a Caddy no puedo evitar sonreír… y a la vez sentirme miserable.

Conocí a Caddy desde el instante en que nació. Yo soy apenas seis meses mayor que ella y su madre de nombre Breez, y mi padre estudiaron medicina juntos en Gedea. Su madre era enfermera y mi padre doctor. Nuestros padres eran grandes amigos y mi padre era el único doctor a quien Breez confiaba la salud de sus hijos, no solo por la confianza, sino también por la confidencia de guardar en secreto la ubicación de La Fortaleza.

Mi padre atendió todos los partos de Breez y cuando ella estaba a unas semanas de dar a luz a Caddy, mi padre la visitó y mi madre y yo lo acompañamos. Yo era un bebe muy dormilón y Breez había sugerido que durmiera en la habitación que habían dispuesto para Caddy. Cuando ella nació, no podía dejar de llorar. Gritaba y chillaba de manera lastimosa y con una potencia que podría igualar al silbato de la locomotora. Cuando  la colocaron en la cuna (en la que yo estaba durmiendo) aún no dejaba de llorar y me despertó. Mi padre dice que esperaba que yo rompiera en llanto también, pero que en lugar de eso, miré hacia Caddy y tomé su mano. Dejó de llorar de inmediato y cada vez que Caddy lloraba, la colocaban junto a mí y regresaba a la calma. Desde entonces fuimos amigos y aunque no nos veíamos en largas temporadas, éramos inseparables. Ella me escribía cada semana y su padre llevaba las cartas a tierra y después regresaba por las cartas que le contestaba.

Después de la muerte de mi madre, acompañé a mi padre a todos sus viajes y en ocasiones, cuando no podía acompañarlo, me llevaba a casa de los Mah-Sey y allí me quedaba un mes o dos mientras mi padre viajaba… Lo mejor de quedarme con los Mah-Sey era estar con Caddy. En tierra yo nunca salía. Siempre estaba estudiando bajo la celadora mirada de mis tutores. No tenía amigos ni familiares con quienes jugar y aun cuando mi padre me dedicaba tiempo, siempre éramos solo nosotros dos y mi padre no es tan divertido.

En cambio, ir a visitar a los Mah-Sey era una gran alegría para mí. Su madre era amable y amorosa y su padre era fabuloso contando las historias de sus asaltos. Hasta los hermanos de Caddy llegaban a ser entretenidos.

La fortaleza estaba cerca de una isla y en los días soleados, salíamos a superficie y nadábamos hasta la playa. Pasábamos el día explorando la isla y juntando caracolas, o montábamos una pequeña lancha y pescábamos. En más de una ocasión terminábamos rojos y con quemaduras de sol que duraban meses. Yo siempre quise un hermano y Caddy era el mejor hermano que podía desear. Porque por muchos años, pensé que Caddy era niño.

-¿Por qué?- Considero la pregunta de Kyra bastante justa, aunque en realidad cualquier persona que hubiera estado en mi lugar, habría confundido a Caddy con un niño.

Siendo la única mujer, además de su madre, Caddy tuvo que aprender a defenderse rápido si no quería que sus hermanos la dominaran. Siempre usaba su cabello lo más corto que su madre le permitía, para evitar  que sus hermanos lo jalaran; aprendió a dar golpes bajos y a esconderse en los lugares a los que sus hermanos no tenían acceso fácilmente. Con el tiempo aprendió otros trucos y mañas que le fueron muy útiles para defenderse, y no es que todo el tiempo fueran malos con ella, pero siempre era mejor estar preparada. Era todo un marimacho.

Caddy tenía una afición un tanto peculiar para una niña y gracias a la cual ella y yo éramos inseparables cuando la visitaba. A ella le encantaba leer libros de ingeniería y mecánica. Su afición comenzó cuando estaban construyendo La Fortaleza. Ella tenía cinco años y era una consentida. Su padre la llevaba a todos lados y el sitio de construcción de La Fortaleza no era la excepción. Ella gustaba de pasar el tiempo mirando la maquinaria, los engranes, las herramientas, las chispas que salían de la soldadora… Se le podía ver curiosa levantando tornillos, empaques, rondanas, resortes y preguntar “¿Qué es esto?, ¿Para qué sirve aquello? ¿Esta pieza es importante? ¿Puedo quedarme con esto?”. Y su padre la consentía en toda su curiosidad.

Cuando La Fortaleza estuvo terminada, ella misma se había procurado un espacio escondido en lo más oculto del lugar; un escondite de difícil acceso si no se conocían bien los laberinticos escondrijos ocultos entre la maquinaria, la cual Caddy conocía bastante bien. Era un lugar no muy grande, de unos tres por dos cuerpos; ella había acarreado hasta ese lugar sus libros de ingeniería y cuando tuvo más edad, se las ingenió para acondicionarlo para la construcción de varios curiosos inventos, muchos de los cuales nos salvaron el pellejo más de una vez.

-Ellioth…- me vuelve a interrumpir Kyra- ¿Cómo les salvó el pellejo?, ¿Y que es pellejo?

¿Les ha pasado alguna vez que han escuchado una frase o un dicho y después la repiten una y otra vez hasta que pierde el sentido y la usan sin pensar en su significado?

Bueno, eso me pasa ahora mismo con la frase “Salvar el pellejo”. Si analizamos la frase, se refiere a salvar nuestra piel. Pellejo es una forma despectiva de decir piel. ¿Por qué razón deberíamos salvar nuestra piel? Aun cuando muriésemos, ¿a quién le interesaría quitarnos la piel? Y si tuviéramos que salvar nuestra piel, ¿Por qué no mejor salvar nuestras vidas? Además, las situaciones de las que los inventos de Caddy nos salvaron no implicaban perder nuestras vidas. Solamente escapar de los abusivos hermanos mayores de mi amiga.

Recuerdo una ocasión en que molesté demasiado a Fekki. No recuerdo exactamente cómo; pero lo que si recuerdo es que estaba corriendo por los pasillos de la fortaleza más rápido de lo que nunca había corrido en mi vida.

Al final del pasillo por el que estaba corriendo, había una puerta y pensé que podría escapar por allí, pero al llegar, la puerta estaba cerrada con llave.

-Es el armario de armamento, pequeño “Lilli” - Los hermanos de Caddy me llamaban “Lilli”.

Cerré los ojos preparándome para recibir el primer golpe, pero en vez de eso, algo me salpicó los lentes.

-¡Atrás, bestias!- dijo arriba de mi cabeza una voz que parecía ahogada.

Caddy estaba colgando de los tubos del techo; tenía un arma extraña con un tubo largo y una bolsa y tenía la cara cubierta con una máscara de metal con un tubo y unos googles oscuros. Mientras la miraba, me di cuenta que el pasillo había sido invadido por un olor nauseabundo. Caddy jaló el gatillo de su extraña arma y salieron disparadas tres bolas blancas que se estrellaron en sus hermanos.

-¡Qué asco!- dijo Abdiel -¿Qué es esto, pequeña mocosa?

-Son huevos podridos que he recolectado de la cocina durante todo el año.- dijo mientras volvía  a disparar- Ellioth, ¿Qué esperas? Sube.

Tomé la mano que me extendía Caddy y subí. Los otros muchachos estaban muy ocupados limpiando restos de huevos podridos de sus caras como para atraparme.

-¡Pequeña mocosa! ¡Ya verás cómo…

-¡Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!- Caddy soltó un agudo grito mientras terminaba de vaciar sus municiones sobre sus hermanos.

Cuando escuchamos pasos acercarse, Caddy y yo nos escondimos entre los tubos. El Capitán Mah-Sey encontró a sus hijos batidos en huevo y obviamente pensó que ellos habían sido los irresponsables que habían llenado el pasillo de huevo podrido y olor nauseabundo. No importó cuantas veces ellos dijeron que había sido Caddy, porque ella y yo ya habíamos escapado hacia su pequeña guarida.

********

Las carcajadas de Kyra me contagian y en poco tiempo un mesero debe venir a pedirnos que hagamos silencio. Mientras continuamos nuestro almuerzo en silencio pero con miradas de complicidad, se escucha un estruendo y el tren se detiene en seco y apenas logro sujetar a Kyra para que no caiga al suelo.

Cuando alguien ha estado en tantas situaciones incomodas y peligrosas como yo lo he estado; ante cualquier contratiempo se tiende a pensar en lo peor. Cuando el tren se detuvo en seco, tomé a Kyra sin pensarlo y corrí hasta encontrar a un guardia.

-¿Qué sucede, Oficial?, ¿Por qué nos hemos detenido?

El oficial me mira con cara de aburrimiento y me dice:

-Un neúm bastante viejo decidió que las vías del tren son un buen lugar para morir. Desgraciadamente, nuestro maquinista no lo vio a tiempo y tres ruedas de la locomotora se han salido de su lugar.

Bajo a Kyra sintiéndome estúpido. Kyra aún está masticando el último bocado de carne que tomó.

-¿Sabe cuánto tiempo tardarán en reparar el desperfecto?

-Bueno. Algunos hombres han regresado a pie a la estación. Cuando lleguen buscaran a los ingenieros y las refacciones necesarias. Eso les tomará un día aproximadamente, y  medio día de ida, y otro medio día de vuelta…. Y si le aumentamos otro día para repararlo… aproximadamente en cinco días estaremos listos para movernos.

-¿No querrá usted decir tres?

-Démosle a los hombres unos días de margen, señor.

-Papá... necesito agua…- Kyra me jala la manga del saco. No puede pasar el bocado y corro al carro comedor con ella.

Mientras Kyra termina su almuerzo, pienso en un  plan. Cuando compré los boletos, planeé un viaje de diez horas y ahora estaremos varados aquí tres días como mínimo.

Quizá viajar en farfanes no era tan mala idea después de todo.

-¿Has terminado tu almuerzo? – le pregunto a Kyra. Ella asiente mientras termina su vaso de jugo – Vamos, que ya es hora de tu lección.

Siempre he dedicado alguna hora del día a educar secularmente a Kyra, pero esta vez es más como un pretexto para que mientras ella esté ocupada y callada, yo pueda pensar en cómo llegar a Gedea a tiempo.

-¿Y la historia, papá?

-Te contaré lo que sigue antes de dormir. Lo prometo.

Mientras Kyra está ocupada contando cuantos dedos de la mano le faltan para completar una difícil división, yo salgo a hablar con algunos pasajeros.

Puedo ver una pequeña muchedumbre afuera del tren, tratando de tomar aire fresco. Es el tercer mes del año, el más seco de todos.

Me quito la casaca y me subo las mangas. Al salir casi puedo sentir como los soles fríen mi piel. Me dirijo hacia la muchedumbre y trato de escuchar lo que dicen.

“El calor es insoportable”, “Dejé a mis hijos adentro para que se refresquen con la ventilación”, “yo tenía que llegar mañana”, “Mi mercancía se echará a perder si no llegamos”…

Nada de eso me ayuda en nada.

Regreso a nuestra cabina y encuentro a Kyra terminando su lección. Después de revisarla y corregirle los errores, la llevo a caminar.

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