La lluvia
arreciaba cada vez más, Caddy sentía que sus huesos se congelaban y caminaba
dolorosamente, más por voluntad que por convicción. El cielo estaba tan nublado
y caótico como su mente. ¿En qué punto habían llegado a esto? Trataba de pensar
pero por más que quería despejar sus pensamientos, parecía que la lluvia
torrencial los revolvía más.
Unos
pasos adelante caminaba Young, erguido e inexpresivo. A él no parecía
molestarle el frio ni la lluvia y tampoco parecía interesarle que su compañera
fuera además de más joven, más débil y lenta. Estaba enojado. Estaba harto de
todo y del desastre que acababa de suceder. Sabía que no había sido culpa de
nadie, pero encontraba más fácil echarle la culpa de lo sucedido a Caddy.
-Young,
-preguntó Caddy tratando de sonar amable- ¿podríamos descansar un poco? No
siento nada de las rodillas para abajo.
-Yo no te
dije que vinieras. –Contestó Young sin detenerse- Te dije “Quédate en la posada
y descansa”.
-Nunca
dijiste eso. Simplemente saliste sin decir a donde ibas. No podía dejarte ir
solo. Es peligroso.
“Peligro
es estar atado a ti todo el tiempo”, pensó Young con rabia.
-¿Y qué
puedes hacer tu para que sea menos peligroso? –Dijo finalmente- Todo este lío
es para empezar TU CULPA.
Caddy se
detuvo y una rabia asesina recorrió su cuerpo, quitándole de inmediato el frio.
-¿MI
CULPA? Parece que no recuerdas, Young Sparks, quien te salvó la vida.
Young por
fin se detuvo y volteó hacia ella.
-No me
salvaste la vida. ¡La arruinaste!-dijo mientras caminaba hacia Caddy- Por fin
la había encontrado y gracias a TI no solo la perdí, ¡sino que también perdí mi
alma! – el tono de voz de Young se hizo más grave y más fuerte.
-¿Gracias
a mí? –Dijo la joven exasperada- No es momento para chistes. Si yo no te
hubiera separado de ella a tiempo, en este momento estarías muerto. ¡MUERTO!
-¡Claro
que no! ¡Estaría completamente bien! ¡Tú solo sirves para arruinar las cosas!
Si algo
molestaba a Caddy era que le gritaran; aunque no era la primera vez que ella y
Young intercambiaban gritos, la lluvia, el frio y sentirse perdida, avivó la
animosidad que sentía hacía Young.
-¿Arruinarlas?
¿Pues sabes qué? ¡Tú tampoco has sido un sol en mi vida! Si estuvieras muerto,
yo en este momento estaría en La Fortaleza, seca, calientita y tranquilla. ¡Y
en cambio estoy aquí, en medio de la nada, muriéndome de frio y a punto de
explotar!
Young no
era la persona más paciente del mundo y ya estaba harto de Caddy y sin pensar
en las consecuencias soltó una bofetada en la mejilla húmeda de la chica.
Caddy
perdió el equilibrio y cayó al suelo llenándose de lodo. Estaba totalmente
enfurecida, herida en su orgullo. Y lo peor era que Young seguía hablando.
-¡Nadie!, -gritaba Young- escúchame bien ¡NADIE! te obligó a
seguirme y ¡NADIE! te pidió que compartieras tu alma conmigo. Hubiera preferido
mil veces morir a tener que pasar por todo esto.
Caddy
finalmente explotó de la peor manera que se le ocurrió.
-¡PUES
OJALÁ HUBIERAS MUERTO!
El eco de
su grito fue ahogado por la lluvia y cuando se dio cuenta de lo que acababa de
decir, se llevó las manos a la boca como tratando de atraparlas en el aire;
pero era demasiado tarde. Young cayó de rodillas, sobre el lodo con una mano
sobre su pecho.
*****
Miro como
mi pequeña Kyra cierra rápidamente el libro al escuchar mis pasos acercarse. No
es la primera vez que la sorprendo merodeando en mi laboratorio y tampoco la
primera vez que la veo leer mis diarios, es fácil saber que ella está leyendo
algo, porque es extrañamente ruidosa para leer.
-Se puede
saber, señorita, ¿qué está haciendo aquí? –digo fingiendo severidad en mi voz.
-Solo
estaba leyendo, Ellioth.
-¿Y qué leías?-
digo mientras me agacho para quedar a su pequeña altura.
Kyra
señala el más nuevo de mis diarios, ese en el que solo he escrito un par de
hojas.
-¿Y qué
te pareció la historia?
-No
entendí nada- dice mi pequeña con cara de frustración.
-Bueno,
para que puedas entenderla, tendrías que leer todos esos otros diarios- señalo
el librero detrás de ella, allí hay tantos libros, que puestos acostados en el
suelo, uno sobre otro, podrían rebasar fácilmente la estatura de Kyra.
Kyra pone
una cara de miedo al ver tal cantidad de diarios y me mira con sus pequeños
ojos de súplica.
-¿Me los
leerías? Como los cuentos que siempre me lees al dormir.
Una de
las cosas que he hecho cada día de mi vida desde la ocasión en que decidí
hacerme cargo de Kyra, es leerle o contarle una historia antes de dormir. A
ella le fascina y a mí me encanta ver sus ojitos brillando al imaginarse las
escenas que tan detalladamente le relato.
-Es una
historia algo complicada para alguien de tu edad.- le respondo, aunque sé bien
que terminaré por acceder a su petición.
-Por
favor… por favor, por favor, por favor….
-Está
bien, pero ahora tenemos que irnos ya. El tren no espera a nadie y el camino a
Faria es bastante largo. No olvides llamarme padre o papá cuando estemos frente
a la gente en Faria.
-Sí.
-Sí, ¿Qué?
-Sí,
papá.- Me abraza y ante su negativa de soltarme, tengo que cargarla hasta el
carruaje.
Llegamos
a la estación con varios minutos de sobra y siento a Kyra junto a mí mientras
esperamos que nos llamen para subir al tren. Mientras esperamos le explico a Kyra por qué razón tomamos el tren en lugar
de viajar en farfanes como es nuestra costumbre, y mientras trato de poner en
palabras lo más claras posibles las ventajas de viajar en máquinas operadas por
la inteligencia del hombre en lugar de viajar en caravanas de animales gigantescos
y salvajes, me doy cuenta por su mirada que lo que menos le interesa a Kyra es
su nuevo medio de transporte.
-¿Has
puesto atención a algo de lo que te he dicho?
Kyra
niega en silencio y descansa su cabeza entre sus manos mientras balancea sus
pies que quedan colgando en la banca.
-¿Me podrías
contar la historia de tus diarios, por favor?
Algo
importante sobre Kyra, es que nunca le gusta quedarse a medias. Todo lo que
hace tiene que terminarlo y todas las historias que le cuento deben tener un
fin.
-Pero
aquí no tengo mis diarios. No te podría contar la historia igual.
-No
importa. Por favor, cuéntamela.
Nos
llaman a abordar el tren. Kyra se levanta de un brinco y literalmente me
arrastra hasta nuestra cabina. Cierra la puerta y espera con impaciencia a que
yo acomode nuestro equipaje.
-¿Ya
acabaste?
-Aun no.
-¿Ya?
-Espera
un poco más.
A veces
me gusta hacerla esperar a propósito.
-¡Ellioth!-
grita Kyra desesperada, a punto de hacer un berrinche.
Sé que
cualquier otro padre en esta situación, reprendería a su hijo y lo castigaría
sin historias, sin libros, sin juegos y sin nada en que entretenerse durante
las diez horas que dura el viaje hacia Faria; desgraciadamente no soy un padre
común.
Tratando
de contener la risa, miro a Kyra con fingido enfado y ella se sienta callada
junto a la ventana, mirando a las personas que se apresuran para subir al tren.
Me siento
frente a ella y saco mi pipa. Kyra abre la ventana porque le molesta el humo
del tabaco. A Caddy también le molestaba.
-¿Me vas
a contar la historia o no?- Kyra me mira desesperada y sé que si no empiezo a
contar la historia ya, se enfadará conmigo y no me hablará el resto del viaje.
-Muy bien,
muy bien. –La llamo con las manos para que se siente junto a mí- Como ya te
dije, lo que tú leíste fue una parte muy avanzada de la historia. Para que
puedas entenderla tendré que empezar desde mucho más atrás.
-¿Me podrías
explicar primero por qué peleaban Caddy y Young?
Exhalo el
humo de la pipa hacia la ventana mientras pienso en una respuesta rápida.
-Bien.
Verás. ¿Sabes lo que es un parteaguas? – Kyra niega con la cabeza – Un parteaguas
es un momento preciso en la vida que no esperábamos, pero que define nuestro
futuro, inmediato o a largo plazo.
-¿Un parteaguas
es como la noche en que me encontraste?
-Sí. Ese
es un excelente ejemplo de un parteaguas, porque yo en realidad no esperaba
encontrarte y cambiaste mi vida por completo. Pero un parteaguas no siempre es
una ocasión feliz, como cuando te encontré. Los parteaguas pueden ser segundos
decisivos tras los cuales todo es felicidad o instantes fatídicos que al
terminar nos hacen desear dar marcha atrás para poder cambiarlos. Nuestras
vidas están llenas de esos momentos y es parte de la vida tomar malas
decisiones. Es parte de la vida renegar de lo que somos y es parte de la vida
atormentarnos cada minuto por ese instante, por esa acción que nos dimos cuenta
que estaba mal justo en el segundo de realizarla, pero ya no hay marcha atrás.
El tren
está comenzando a moverse y Kyra se acurruca en mi regazo y poco a poco la
historia de cómo Young y Caddy se conocieron comienza a brotar por mis labios.
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