miércoles, 6 de noviembre de 2013

CAPÍTULO I: Una historia sin terminar


La lluvia arreciaba cada vez más, Caddy sentía que sus huesos se congelaban y caminaba dolorosamente, más por voluntad que por convicción. El cielo estaba tan nublado y caótico como su mente. ¿En qué punto habían llegado a esto? Trataba de pensar pero por más que quería despejar sus pensamientos, parecía que la lluvia torrencial los revolvía más.


Unos pasos adelante caminaba Young, erguido e inexpresivo. A él no parecía molestarle el frio ni la lluvia y tampoco parecía interesarle que su compañera fuera además de más joven, más débil y lenta. Estaba enojado. Estaba harto de todo y del desastre que acababa de suceder. Sabía que no había sido culpa de nadie, pero encontraba más fácil echarle la culpa de lo sucedido a Caddy.


-Young, -preguntó Caddy tratando de sonar amable- ¿podríamos descansar un poco? No siento nada de las rodillas para abajo.


-Yo no te dije que vinieras. –Contestó Young sin detenerse- Te dije “Quédate en la posada y descansa”.


-Nunca dijiste eso. Simplemente saliste sin decir a donde ibas. No podía dejarte ir solo. Es peligroso.


“Peligro es estar atado a ti todo el tiempo”, pensó Young con rabia.


-¿Y qué puedes hacer tu para que sea menos peligroso? –Dijo finalmente- Todo este lío es para empezar TU CULPA.


Caddy se detuvo y una rabia asesina recorrió su cuerpo, quitándole de inmediato el frio.


-¿MI CULPA? Parece que no recuerdas, Young Sparks, quien te salvó la vida.


Young por fin se detuvo y volteó hacia ella.


-No me salvaste la vida. ¡La arruinaste!-dijo mientras caminaba hacia Caddy- Por fin la había encontrado y gracias a TI no solo la perdí, ¡sino que también perdí mi alma! – el tono de voz de Young se hizo más grave y más fuerte.


-¿Gracias a mí? –Dijo la joven exasperada- No es momento para chistes. Si yo no te hubiera separado de ella a tiempo, en este momento estarías muerto. ¡MUERTO!


-¡Claro que no! ¡Estaría completamente bien! ¡Tú solo sirves para arruinar las cosas!


Si algo molestaba a Caddy era que le gritaran; aunque no era la primera vez que ella y Young intercambiaban gritos, la lluvia, el frio y sentirse perdida, avivó la animosidad que sentía hacía Young.


-¿Arruinarlas? ¿Pues sabes qué? ¡Tú tampoco has sido un sol en mi vida! Si estuvieras muerto, yo en este momento estaría en La Fortaleza, seca, calientita y tranquilla. ¡Y en cambio estoy aquí, en medio de la nada, muriéndome de frio y a punto de explotar!


Young no era la persona más paciente del mundo y ya estaba harto de Caddy y sin pensar en las consecuencias soltó una bofetada en la mejilla húmeda de la chica.


Caddy perdió el equilibrio y cayó al suelo llenándose de lodo. Estaba totalmente enfurecida, herida en su orgullo. Y lo peor era que Young seguía hablando.


-¡Nadie!, -gritaba Young- escúchame bien ¡NADIE! te obligó a seguirme y ¡NADIE! te pidió que compartieras tu alma conmigo. Hubiera preferido mil veces morir a tener que pasar por todo esto.


Caddy finalmente explotó de la peor manera que se le ocurrió.


-¡PUES OJALÁ HUBIERAS MUERTO!

El eco de su grito fue ahogado por la lluvia y cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, se llevó las manos a la boca como tratando de atraparlas en el aire; pero era demasiado tarde. Young cayó de rodillas, sobre el lodo con una mano sobre su pecho.


*****


Miro como mi pequeña Kyra cierra rápidamente el libro al escuchar mis pasos acercarse. No es la primera vez que la sorprendo merodeando en mi laboratorio y tampoco la primera vez que la veo leer mis diarios, es fácil saber que ella está leyendo algo, porque es extrañamente ruidosa para leer.


-Se puede saber, señorita, ¿qué está haciendo aquí? –digo fingiendo severidad en mi voz.


-Solo estaba leyendo, Ellioth.


-¿Y qué leías?- digo mientras me agacho para quedar a su pequeña altura.


Kyra señala el más nuevo de mis diarios, ese en el que solo he escrito un par de hojas.


-¿Y qué te pareció la historia?


-No entendí nada- dice mi pequeña con cara de frustración.


-Bueno, para que puedas entenderla, tendrías que leer todos esos otros diarios- señalo el librero detrás de ella, allí hay tantos libros, que puestos acostados en el suelo, uno sobre otro, podrían rebasar fácilmente la estatura de Kyra.


Kyra pone una cara de miedo al ver tal cantidad de diarios y me mira con sus pequeños ojos de súplica.


-¿Me los leerías? Como los cuentos que siempre me lees al dormir.


Una de las cosas que he hecho cada día de mi vida desde la ocasión en que decidí hacerme cargo de Kyra, es leerle o contarle una historia antes de dormir. A ella le fascina y a mí me encanta ver sus ojitos brillando al imaginarse las escenas que tan detalladamente le relato.


-Es una historia algo complicada para alguien de tu edad.- le respondo, aunque sé bien que terminaré por acceder a su petición.


-Por favor… por favor, por favor, por favor….


-Está bien, pero ahora tenemos que irnos ya. El tren no espera a nadie y el camino a Faria es bastante largo. No olvides llamarme padre o papá cuando estemos frente a la gente en Faria.


-Sí.


-Sí, ¿Qué?


-Sí, papá.- Me abraza y ante su negativa de soltarme, tengo que cargarla hasta el carruaje.


Llegamos a la estación con varios minutos de sobra y siento a Kyra junto a mí mientras esperamos que nos llamen para subir al tren. Mientras esperamos le explico  a Kyra por qué razón tomamos el tren en lugar de viajar en farfanes como es nuestra costumbre, y mientras trato de poner en palabras lo más claras posibles las ventajas de viajar en máquinas operadas por la inteligencia del hombre en lugar de viajar en caravanas de animales gigantescos y salvajes, me doy cuenta por su mirada que lo que menos le interesa a Kyra es su nuevo medio de transporte.


-¿Has puesto atención a algo de lo que te he dicho?


Kyra niega en silencio y descansa su cabeza entre sus manos mientras balancea sus pies que quedan colgando en la banca.


-¿Me podrías contar la historia de tus diarios, por favor?

Algo importante sobre Kyra, es que nunca le gusta quedarse a medias. Todo lo que hace tiene que terminarlo y todas las historias que le cuento deben tener un fin.


-Pero aquí no tengo mis diarios. No te podría contar la historia igual.


-No importa. Por favor, cuéntamela.


Nos llaman a abordar el tren. Kyra se levanta de un brinco y literalmente me arrastra hasta nuestra cabina. Cierra la puerta y espera con impaciencia a que yo acomode nuestro equipaje.


-¿Ya acabaste?


-Aun no.


-¿Ya?


-Espera un poco más.


A veces me gusta hacerla esperar a propósito.


-¡Ellioth!- grita Kyra desesperada, a punto de hacer un berrinche.


Sé que cualquier otro padre en esta situación, reprendería a su hijo y lo castigaría sin historias, sin libros, sin juegos y sin nada en que entretenerse durante las diez horas que dura el viaje hacia Faria; desgraciadamente no soy un padre común.


Tratando de contener la risa, miro a Kyra con fingido enfado y ella se sienta callada junto a la ventana, mirando a las personas que se apresuran para subir al tren.


Me siento frente a ella y saco mi pipa. Kyra abre la ventana porque le molesta el humo del tabaco. A Caddy también le molestaba.


-¿Me vas a contar la historia o no?- Kyra me mira desesperada y sé que si no empiezo a contar la historia ya, se enfadará conmigo y no me hablará el resto del viaje.


-Muy bien, muy bien. –La llamo con las manos para que se siente junto a mí- Como ya te dije, lo que tú leíste fue una parte muy avanzada de la historia. Para que puedas entenderla tendré que empezar desde mucho más atrás.


-¿Me podrías explicar primero por qué peleaban Caddy y Young?

Exhalo el humo de la pipa hacia la ventana mientras pienso en una respuesta rápida.


-Bien. Verás. ¿Sabes lo que es un parteaguas? – Kyra niega con la cabeza – Un parteaguas es un momento preciso en la vida que no esperábamos, pero que define nuestro futuro, inmediato o a largo plazo.


-¿Un parteaguas es como la noche en que me encontraste?


-Sí. Ese es un excelente ejemplo de un parteaguas, porque yo en realidad no esperaba encontrarte y cambiaste mi vida por completo. Pero un parteaguas no siempre es una ocasión feliz, como cuando te encontré. Los parteaguas pueden ser segundos decisivos tras los cuales todo es felicidad o instantes fatídicos que al terminar nos hacen desear dar marcha atrás para poder cambiarlos. Nuestras vidas están llenas de esos momentos y es parte de la vida tomar malas decisiones. Es parte de la vida renegar de lo que somos y es parte de la vida atormentarnos cada minuto por ese instante, por esa acción que nos dimos cuenta que estaba mal justo en el segundo de realizarla, pero ya no hay marcha atrás.


El tren está comenzando a moverse y Kyra se acurruca en mi regazo y poco a poco la historia de cómo Young y Caddy se conocieron comienza a brotar por mis labios.

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