miércoles, 20 de noviembre de 2013

CAPÍTULO II: El comienzo no siempre está al principio

La historia es curiosa; quienes la hicieron lo son aún más. La magia y asombro de las grandes leyendas reside en la irrealidad de las mismas. La habilidad que tenemos como seres mortales y efímeros de idealizar a nuestros héroes es tan grande que apenas nos damos cuenta de que la tenemos.

El contar una historia no es fácil, y más aún  si uno quiere apegarse a la realidad de lo que pasó. La razón de esto, es que a veces ni siquiera nosotros sabemos qué nos pasó.

Trataré de explicarme mejor. Está en la naturaleza humana renegar nuestros errores y aparentar ser héroes cuando en realidad somos infames en mayor o menor medida. Al contar un suceso molesto que nos ha pasado, muchas veces nos damos cuenta que el error ha sido nuestro, pero pocos tienen el valor de aceptarlo; entonces lo que nos queda es exagerar las actitudes negativas de nuestros enemigos para hacernos parecer como héroes mártires.

Algo similar sucede con nuestros héroes. Al relatar un suceso asombroso que ha sucedido y quererlo relatar, nos damos cuenta que no es algo tan grandioso y exageramos las virtudes heroicas de la historia para hacerla más impresionante. Es nuestra manera de aferrarnos a los sueños que de niños teníamos.

Las emociones que nos embargan al vivir, nos dejan totalmente cegados ante la verdad de la vida que pasa ante nuestros ojos. El tedio de la monotonía hace que nuestro subconsciente escape a escenas más agradables y fantásticas donde todas las virtudes y los vicios son mágicos.

La memoria es engañosa y la imaginación lo es aún más; pero no hay nada más peligroso que cuando la memoria y la imaginación se unen y deciden cambiar las los hechos pasados; además tengo la desventaja de que no todo lo que relato lo viví; sino que me fue relatado; así que es bastante posible que al relatar esta historia, ni si quiera la mitad de las cosas que diré sean totalmente ciertas.

Entonces, si algo puede llegar a parecer irreal o insustancial, no es más que culpa mía. Llegará el momento al final de esta vida en que tendré que comparecer ante los Destinos y seré juzgado teniendo un perfecto recuerdo de todas mis acciones buenas o malas; pero ese momento no es ahora. No tengo recuerdos perfectos; así que en este momento no tengo más remedio que hundirme en mis mentiras mezcladas con realidad.

Si pudiéramos dar marcha atrás en el tiempo - y es algo que yo he intentado lograr muchas veces solo para poder ver un par de ojos purpura brillante una vez más-, podríamos ver a un niño de 8 años. Un mozalbete robusto y moreno, alto para su edad, con un monóculo de largo alcance colgando en su pecho.

Este niño es ni más ni menos que Young Sparks el día que por primera vez visitó los muelles. Young había soñado durante toda su vida con ese momento. Muchas noches se había desgastado la vista leyendo enormes libros a la luz de una vela; estos libros hablaban sobre grandes navíos, barcos legendarios,  piratas y los héroes que los habían vencido, de aventuras en aguas tormentosas, de capitanes temerarios y bravos que habían defendido a su amada a capa y espada…

La razón por la que Young estaba en ese momento en el muelle, era porque su padre se había trasladado a la costa de Gedea para cumplir con su nuevo llamamiento de Capitán de la Guardia Real De Gedea y nada más llegar a la gran Gedea, el Capitán Sparks llevó a Young a los muelles a mirar los enormes buques de guerra.
A Young le fascinó de inmediato un buque que estaba zarpando; lo observaba con detenimiento mientras se separaba del muelle y empezaba a entrar al mar, las velas, los cañones, la muchedumbre de marinos trabajando concentradamente para sacar el buque con cuidado. Era maravilloso. En un descuido de su padre, Young corrió a las escolleras para poder observar el buque más de cerca y por más tiempo.

Cuando el Capitán Sparks se dio cuenta de la ausencia de Young, era tarde. Sin medir el peligro, el niño llegó al final de la escollera y a ver que no podía caminar más allá, decidió descender por las rocas, justo en el momento en que su padre lo divisó. El Capitán le llamó pero debido al ruido de las olas, Young no escuchó el grito de advertencia de su padre.
El Capitán Sparks corrió hacia su hijo cuando observó que el buque estaba a punto de pasar a unos metros de la escollera. Young ni siquiera vio la enorme ola producida por el paso del buque; lo único que sabía era que él se había caído al mar y no sabía nadar.

El Capitán Sparks llegó a las rocas donde su hijo había estado hacía apenas instantes y si pensarlo saltó hacia su pequeño, pero debido a las olas que chocaban contra la escollera, no podía ver al pequeño que en ese momento comenzaba a hundirse.

Algunos marinos que habían llegado  al ver el alboroto sacaron al Capitán del agua contra su voluntad, mientras que otros escudriñaban el agua en busca del pequeño.

Varios minutos después un marino logró ver al niño  en otra escollera que se encontraba a unos cincuenta cuerpos de distancia*. El niño estaba inconsciente pero vivo y en pocos minutos recuperó la consciencia. Cuando le preguntaron si se encontraba bien, el niño solo dijo:

-La sirena me trajo hasta aquí.

Los marineros y el padre del pequeño rieron al escuchar la respuesta del niño, y el incidente solo quedó en un mal recuerdo.

Si uno cree en sirenas, le será fácil creer en esta historia, pero si no se cree en ellas, ni en los poderes de la alquimia y la magia, quizá pensará al igual que los marinos que encontraron a Young, que todo fue producto de su imaginación.

Pero aun cuando uno no crea en sirenas ni en ningún tipo de magia, lo que Young había visto, era sin lugar a dudas una sirena. Una sirena lo había rescatado y esa misma sirena lo había llevado hasta la seguridad de una escollera.

-Pero pensé que las sirenas eran malas- me interrumpe Kyra y ciertamente tiene razón.

Las sirenas son malas. Y no son tal y como nos las han contado nuestros padres, hermosos seres mitad pez y mitad mujer. En realidad las sirenas son unos seres abominables a la vista, mitad ave y mitad humano y lo único agradable que tienen es su hermosa e hipnótica voz.

En realidad lo que rescató a Young ese día, no fue una sirena, sino más bien una nereida. Las nereidas, a diferencia de las horribles sirenas, son seres majestuosos y hermosos, mitad mujer y mitad pez, aunque esto último no estoy muy seguro, porque cuando Caddy me la describió, dijo haber estado segura de ver un par de pequeños y delicados pies sobresaliendo de la cola. Y a diferencia de las sirenas, las nereidas son totalmente mudas y si algún hombre se encuentra en alguna dificultad en medio del mar, las nereidas son quienes sin tardanza le ayudan, sin pedir nada a cambio o pidiendo muy poco.

Sin embargo, Young al igual que mucha gente, confundía a las sirenas con nereidas, pero ese es otro asunto, porque tengo que contar la otra cara de la historia; y es que mientras Young le contaba a su hermana menor una y otra vez como había sido rescatado; a miles de cuerpos de distancia**, una mujer dio a luz a una niña. Una criatura con unos pulmones descomunales, a juzgar por los gritos de su llanto, y tan pequeñita que probablemente cabria en una caja de zapatos.

El nombre que se le dio a la pequeña fue el de Caddy Penélope Ghali Fiammatta Mah-Sey, o solo Caddy, como prefería ser llamada por razones que aclararé más adelante.

 A diferencia de Young, la pequeña no era hija de un Capitán de la Guardia, al contrario, su padre era un pirata. Era la primera niña que llegaba a la familia, además de ella, sus padres habían tenido seis hijos  y la llegada de la pequeña fue motivo de alegría para sus padres, aunque no tanto para sus hermanos.

Cuando la niña tenía cinco años y un hermano menor, su padre había ahorrado lo suficiente para construir La Fortaleza, que a partir de entonces fue el hogar de la numerosa familia Mah-Sey. Además se hizo de una nave submarina y se convirtió en uno de los primeros piratas submarinos que conocemos.

Sobra decir que la enemistad entre Caddy y Young estaba en la sangre, pues el Capitán Mah-Sey y el Capitán Sparks eran enemigos a muerte, aunque se guardaban gran respeto mutuo.

-Si eran enemigos, ¿Por qué se tenían respeto?

La pregunta de Kyra me deja en blanco. Es difícil explicar la diferencia entre el respeto y las relaciones de amistad, porque normalmente uno creería que ambas van de la mano, pero no es así.
El respeto es el sentimiento que te hace reconocer la grandeza de las personas, sus virtudes sin importar si es alguien malo o bueno, o si te agrada o no.

El Capitán Sparks admiraba el valor de Mah-Sey, el amor al legado que su padre le había dejado como pirata, la autoridad con la que comandaba a sus hombres y la astucia con la que lograba sus hazañas.

El Capitán Mah-Sey admiraba la templanza y perseverancia con la que Sparks siempre trataba de atraparlo. Nunca se daba por vencido al tratar de atrapar a algún pirata y no lo haría con Mah-Sey. También admiraba su inteligencia para adivinar las acciones que los infractores de la ley cometerían y siempre estaba un paso delante de todos ellos; exceptuando al Capitán Mah-Sey claro está.

Mientras Mah-Sey y Sparks jugaban a policías y ladrones a lo largo de los mares de  Kil, Young crecía siendo educado para ser soldado de la guardia real y los 10 hermanos Mah-Sey (que con el tiempo se convirtieron en 13), se entrenaban sin cansancio para continuar la tradición familiar.

-¿Cómo los conociste, Ellioth?- pregunta Kyra, que ahora se ha sentado al revés, con los pies en el respaldo y la cabeza colgando sobre el suelo.

El silbato anunciando que el almuerzo está a punto de ser servido en el carro comedor acaba de sonar.

-Vamos a comer algo. Te contaré mientras almorzamos.

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