viernes, 28 de febrero de 2014

Capítulo VIII: Desarmados

-¡Ellioth!- Kyra grita emocionada mientras hala la manga de mi casaca- ¡No te detengas ahora!

Me gusta detenerme súbitamente en la parte más emocionante de la historia y descubrir que Kyra me ha puesto atención. Ojalá me pusiera la misma atención cuando le enseño sus lecciones.

Bien, cuando Young encontró que en la biblioteca no había nadie, pero el Capitán Sparks no podía ser engañado.

Examinó el salón de reojo, aspiró profundamente, exhaló con calma y finalmente dijo:

-Ya sé quién eres. Te han atrapado antes y esta vez será la última.

-Y yo que trataba de evitar problemas.- ella salió de entre la penumbra y a Young le pareció ver un rayo atravesando los ojos purpura de la ladrona.

-¿Disfruta la fiesta, señorita?- Young sonrió de medio lado.

-Bastante,-contestó la joven con ironía- ¿Qué hace aquí, señor?

-Yo pregunté primero -Young miró alrededor – Su Majestad ordenó que todos salieran al jardín. No podemos estar aquí. Y después de haberte observado desde hace un rato, no hay que ser un sabio para saber que  la única razón que tienes para quedarte es que tienes algo entre manos. ¿Qué llevas ahí?

-Nada importante, y aun cuando me encantaría quedarme a charlar, tengo asuntos importante que atender, usted entiende.- dijo la chica mientras caminaba pasando de largo al Capitán

 -Pero si la noche aun es joven.- Young la detuvo del brazo

 -Ay lo siento, pero tengo un padre muy celoso y si se entera de lo nuestro le puede ir muy mal.

 -Correré el riesgo.- Young apretó el brazo de la joven con fuerza.-Con los de tu estirpe siempre se corren riesgos.

 -Me está  lastimando el brazo. ¡Suélteme!- Dijo la chica desafiante.

 -Mejor comienzas a cooperar si no quieres que te pulverice el brazo, ladrona. No eres más que una niña jugando a ser pirata. Das pena.

-¿Alguna vez te han dicho que no juzgues a las personas por su apariencia? Deberías recordarlo, porque yo no soy lo que parezco.

-¿Ah, sí? Pues muéstrame entonces quien eres en realidad.

-Como pidas.

Recordemos que Caddy era una inventora y su fuerte no era precisamente el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, pero tenía algunos trucos bajo la manga que ella misma había creado y con un rápido movimiento con el brazo que aun tenia libre, usó a Young como sujeto de pruebas para su “aturdidor”: un anillo que producía descargas eléctricas, las cuales dejaron a Sparks con un dolor sorpresivo en el vientre.

Aunque ella ya se había liberado y tomado nuevamente el libro, Young reaccionó rápidamente y estaba decidido a atraparla a cualquier coste y no tenía miedo de lastimarla, la sujetó del brazo y lo torció hacia atrás, haciendo que soltara el libro. Aunque a ella le dolió, no lo demostró y volvió a golpear a Young con el aturdidor, esta vez en la boca.

-¿Dónde están tus años de entrenamiento en la Guardia Real, soldado?

-No vale la pena usarlos contra ti. Hoy seré benevolente contigo. Y llámame Capitán. Capitán Young Sparks.

Caddy había escuchado ese nombre antes, pero en las historias de su padre, Young sonaba como un hombre viejo y mal parecido, sin embargo, la cara de Young se le hacía vagamente familiar; pero muy en el fondo de sus memorias creía recordar algo sobre un Young Sparks empapado y amable, pero no podía recordar dónde ni cuándo.

-Bien, Capitán, ya que estamos en las presentaciones, llámeme Caddy Mah-Sey – dijo ella corriendo hacia la puerta.

-Ya sabía que eras parte del clan Mah-Sey, pero debo confesar que por fin se tu nombre. Encantado.

Young había escuchado antes el nombre de Caddy pero no recordaba exactamente ni cómo ni cuándo, pero creía recordar algo sobre una Caddy que corría junto a un río o algo similar pidiendo ayuda, pero no lograba recordar ni dónde ni en qué circunstancias.

-No… el gusto es todo mío.

Caddy sacó algo de su bolsa y lo lanzó hacia Sparks, pero él lo esquivó.

Young corrió hacia el pasillo y logro alcanzar a Caddy. Saltó hacia ella y atrapó a la ladrona sometiéndola contra la pared, la levantó tomándola del cuello y cuidando de inmovilizar la mano donde tenía el aturdidor.

-¿Lista para hablar?

-¿En serio crees que porque no puedo usar mi aturdidor y soy mucho más débil que tú ya ganaste?

-Sí. Eso es lo que creo.

-Pues mal hecho. ¡Colmillos, a la cara!

Young soltó a la chica y cayó al suelo después de recibir  un fuerte mordisco del genet de Caddy en la ceja. Intentaba quitárselo de encima pero los filosos dientecitos de Colmillos habían hecho una especie de candado, perforando la piel de Young y saliendo del otro lado; la sangre que escurría de la ceja, nublaba la vista de Sparks y cuando el animal lo soltó, Caddy ya estaba descolgando los cortinajes de la biblioteca  para hacer una soga y bajar por la ventana.  Aunque al principio estaba aturdido por la sorpresa del ataque, se recuperó rápidamente para ver a Caddy forzando el cerrojo de la ventana.

Se levantó y tomando impulso, corría hacía ella con la intención de impactarla contra el vidrio, pero  Caddy accidentalmente dejó caer la ganzúa al suela y cuando se agachó a recogerla,  Young, sin poder evitarlo se precipitó al atrio rodeado de cristales rotos.

-¡Gracias por abrirme la ventana, eres muy caballeroso! – gritó ella mientras se deslizaba hacia abajo ayudada por los cortinajes, llevaba el libro bajo el brazo.

-No creas que te será sencillo huir, tienes que pasar sobre mí si quieres llegar a la salida. Tienes que soltar el libro para pelear. Sargento,-dijo esta vez a su mascota- ve por refuerzos.

-Ya te diste cuenta de que caíste desde una altura de cinco cuerpos y que tienes cortaduras por todos lados, ¿cierto? No puedes ni levantarte.

-Hay algo de lo que tú no te has dado cuenta, chiquilla: Mi padre dedicó su vida para acabar con los de tu estirpe y murió sin lograrlo. Yo en cambio, no moriré hasta ver a todos los miembros de tu renegada familia de ladrones encerrados para siempre en los calabozos más oscuros de Pandora.

Caddy no dio importancia a lo que Young dijo, por el contrario pasó junto a él mirándolo altaneramente.

-Di lo que quieras, Capitán, pero esta vez ni ninguna otra lograrás atraparme.

Caddy debió apresurarse a salir de las inmediaciones del castillo. Debió asegurarse de que Young no podía seguirla y debió asegurarse de no descubrir su rostro, pero su ego pudo más y mirando por lo que ella pensaba sería la última vez a su enemigo, bajó la mascada con la que cubría su rostro y dijo:

-Ve a casa con cuidado.

¿Has sentido ese sobresalto que te da a media noche cuando duermes y súbitamente recuerdas algo que has tratado de recordar durante todo el día? Algunos sienten como algo rompiéndose dentro de su cabeza, como una esfera de cristal que contiene secretos ocultos e intangibles; sienten como se desquebraja poco a poco hasta que la presión de lo que está atrapado en esa esfera es demasiada y rompe el cristal haciéndolo añicos y dejando escapar todo: escenas, voces, sonidos, colores, aromas y sensaciones de un solo golpe, expandiéndose incontrolablemente, llenando cada espacio de la mente y los sentidos hasta hacernos revivir un momento exacto una y otra vez en unos pocos segundos, haciéndonos sentir que fue algo que sucedió hace apenas unos instantes.

Eso mismo sucedió con Young Sparks, y en un segundo recordó cómo, cuándo y dónde había conocido a Caddy.

Esa sensación de saber quién era Caddy, de saber que ella era mucho más que la simple hija de Mah-Sey, le dio un nuevo sentido al deber de atraparla y le infundió fuerzas que parecían sacadas de lo más profundo de su tuétano.

-¡Caddy!- Young se levantó y alcanzó a Caddy justo en el momento en que los fuegos artificiales comenzaban a explotar en el cielo.- ¡Caddy! ¿Me recuerdas, Caddy?- Young sujetaba a Caddy del brazo fuertemente, pero sin lastimarla y le pareció por un efímero momento estar de nuevo frente a la pequeña a quien había ayudado junto al canal del mercado de Faria.

Las emociones que se agolpaban en los sentidos de Young no podían ser más contradictorios; pues por un lado, Caddy, la niña que ahora reconocía bajo las cambiantes luces de los fuegos en el cielo, estaba ligada a uno de los pocos recuerdos felices que tenía, y recodaba no solo el momento en que la ayudó sino también las ocasiones en las que al ver a Sargento a su lado, daba gracias a los Destinos por haber puesto en su camino a esa niña, a esos ladronzuelos y a esos pequeños genets; porque si esa pequeña no hubiera comprado esos animalitos, y si esos niños no la hubieran robado y si ella no hubiera pedido ayuda y si él no la hubiera ayudado, jamás habría tenido la oportunidad de tener a Sargento sobre su hombro y Sargento era, sin duda alguna, el único ser que le inspiraba un sentimiento de amistad y desinterés total.

Por otro lado, Caddy era una ladrona. Una hija de piratas, la hija del peor enemigo de su padre y su llave para lograr atrapar a Raman Mah-Sey.

A Caddy se le vinieron todos los colores a la cara, y al igual que Young, la esfera dentro de los recuerdos de Caddy explotó y recordó por fin al joven guardia que la había ayudado cuando era solo una niña.

Aunque los sentimientos de Caddy no eran tan fuertes y confusos como los de Young, también sentía una conexión especial, un lazo que la unía inevitablemente con el joven guardia que la había ayudado y que después de ahuyentar a los ladrones, después de querer consolarla cuando sus mascotas cayeron al agua, después de que caminó sobre ese tronco viejo para alcanzar la caja con los genets y aún después de haber caído al agua al rescatarlos, después de todo eso, el joven guardia aún tuvo la amabilidad de decirle: “Ve a casa con cuidado”.

Caddy no sabía qué hacer. La cara le ardía con una emoción casi inexplicable, y sin embargo no lograba esbozar una simple sonrisa. Sabía que debía soltarse de Young y huir antes de que Sargento regresara con otros guardias, pero sus músculos de pies a cabeza simplemente se negaban a moverse.

Hasta antes de recordar quien era Young, Caddy tenía claramente definida la misión que tenía, un plan fríamente trazado y escrupulosamente definido, estaba preparada para cualquier situación y sabía cómo reaccionar ante cualquier ataque, pero para lo único que ella no estaba preparada, era precisamente lo que la puso en peligro real: Young la abrazó.





miércoles, 12 de febrero de 2014

Capítulo VII: Nada más que la verdad

Llevo a Caddy al otro extremo del barco. Está muy enojada, es la primera vez que recuerdo que llora de ira.

-Kyra, cálmate, pequeña.

-Ese hombre es malo, Ellioth. Dijo cosas muy feas y falsas sobre Caddy y sobre Young. ¿Verdad que nada de lo que dijo es cierto, Ellioth?, ¿Verdad?

Algo curioso sobre la verdad es que aunque haya una verdad absoluta sobre todas las cosas, la mayoría de las veces nadie sabe cuál es. Es como si los Destinos decidieran dejar a nuestro propio criterio la elección de qué verdad creer.

La verdad depende de mucho más que los simples hechos. Depende de las circunstancias, de la perspectiva, de las emociones y la forma de pensar de quien la presencia; y después de eso, depende de quien la cuente y de quien la escuche, de cuantas veces sea repetida de boca en boca y sea pasada de mano en mano.

Al final muchas veces la verdad que llega a nuestros oídos no son más que jirones de lo que fue la verdad original.

Hubo un momento en el que yo creí una versión de la historia similar a la que nos contó ese hombre, y actué sin pensar, movido por la rabia y los celos. Me di cuenta poco después de cuán equivocado estaba, pero ya era muy tarde para reparar el daño que había causado. Y si ni Caddy ni Young llegan a perdonarme, no me importa, pero no permitiré que a Kyra la engañen de la misma manera que a mí.

-No, Kyra. Te aseguro que nada de lo que ese hombre dijo es cierto.

Kyra traga saliva y calma su respiración.

-Escucha, Kyra. Caddy y Young no eran perfectos, pero ambos son personas muy buenas. Simplemente tuvieren muchos enemigos y  esos enemigos hablaron cosas falsas sobre ellos y la gente las creyó.

-Ellioth, cuéntame más sobre la historia, por favor.

Sonrío.

-¿Te gustaría que te contara sobre cómo Young llegó a La Fortaleza?

La forma en la que Young llegó a La Fortaleza es bastante entretenida, aunque cómo me la contó el Capitán Mah-Sey, estoy seguro de que está llena de exageraciones, pero aun así, prefiero una historia emocionante llena de mentiras, a una historia aburrida que solo cuente la verdad.

La única vez que Young y Caddy se habían visto fue en la ocasión en que esos dos chicos intentaron robar los genets de Caddy en el mercado de Faria. Caddy conservó a “Colmillos” y el genet que Young conservó se llamó “Sargento”.

Debo decir que Young era una persona muy solitaria y melancólica. Sin amigos salvo Sargento. Aunque ahora poco quedaba del recuerdo de cómo había obtenido al genet que le ayudaba en su labor, el sentimiento de amistad que unía al joven capitán con su mascota era el único que él se permitía tener y que en muchas ocasiones difíciles, había sido el único que había compartido sus lágrimas, sus pesares y sus agobios.

Desde antes de conocer a Caddy, Young había tenido una vida muy difícil, aunque los detalles de esa vida difícil no los contaré ahora; lo que sí contaré es que Young era una persona muy triste y con mucho enojo guardado. Ese enojo era una sed de sangre y venganza contra Mah-Sey y su clan de piratas, y para calmar ese enojo, viajó a Gelia.

Un informante le había hecho saber a Young que uno de los hijos de Mah-Sey iba a ser puesto a prueba para  formar parte de la tripulación de asalto.

Young sabía algunas cosas sobre los Mah-Sey que poca gente sabía, y sabía que la única persona con la edad necesaria para hacer la prueba para pertenecer a la tripulación de asalto y que había fallado en dos ocasiones dicha prueba, era la única hija mujer de Mah-Sey.

Nadie la conocía, Young no la conocía –o al menos eso pensaba-, pues a pesar de haber fallado la prueba en dos ocasiones, la chica era escurridiza y hábil para escapar, además de que se cuidaba muy bien de lo que hablaba a los guardias que la capturaban y de ocultar su rostro. El único rasgo distintivo de la hija de Mah-Sey eran sus ojos: tenía los mismos ojos que su padre.

En Gelia, cada año se celebra el fin de la cosecha. En Gelia se recolecta más del 80% del total de la comida consumida en Kil. Son tierras muy fértiles y de gente muy trabajadora y de carácter humilde y  sencillo.

Gelia no es una región muy rica, monetariamente hablando, pues todo lo que recaudan de la venta de sus alimentos, es usada para volver a sembrar los campos, alimentar al ganado, y hacer todo lo necesario para que la estirpe tanto de las plantas como los animales mejoren de generación en generación.

La única riqueza que tiene Gelia se encuentra detrás de las bóvedas del palacio. El tesoro dentro de las bóvedas no ha sido tocado en generaciones. Se dice que este tesoro es un agradecimiento de la gente de Mesán dado a los gelios después de que estos les proveyeran de alimento durante diez años. De sobra está decir que estos tesoros son infinitamente mayores a los que nadie jamás ha visto o llegue a ver.

La mañana del último día del Festival de la Luna en Gedea es siempre muy activa y como Capitán de la Guardia Real, Young estaba preocupado y ocupado. Era el primer año en que la seguridad de Palacio estaba a su cargo en la noche más activa, bulliciosa  y peligrosa del año, y las puertas del Palacio se abrían de par en par para recibir a todos aquellos que quisieran celebrar. Young estaba seguro de que había muchos ladrones que aprovecharían la oportunidad para apoderarse de alguno de los tesoros del Palacio. En otros años había sucedido, pero dado que en esta ocasión sería su responsabilidad, no quería quedar en menos ante el Rey y su familia.

Un centenar de guardias se habían dispuesto frente a las bóvedas del tesoro y otro centenar se paseaba entre la gente que celebraba alrededor del Palacio, mientras que desde el palco más alto, otros diez guardias, vigilaban cada movimiento sospechoso y detrás de ellos estaba Young Sparks, con Sargento sentado en su hombro derecho, atento igual que él.

Y entonces fue cuando la vio.

No la notó porque fuera sospechosa o porque pareciera peligrosa,  más que notarla, ella lo distrajo. Iba sola, vestida de negro de pies a cabeza y mantenía la cabeza un tanto baja pero observando cada detalle atentamente, caminaba sin mirar, como si buscara algo, curiosa y maravillada. En un brevísimo momento, sus miradas se cruzaron y Young pudo notar el extraño brillo purpura en sus ojos.  Lo reconoció al instante, solo alguien podía tener esa mirada, pero el instante terminó y ella siguió su camino, perdiéndose entre el gentío.

-Capitán, Su Majestad pide que todos los presentes vayan al jardín para liberar los fuegos artificiales - dijo un soldado detrás de Young.

-Adelántense, quiero asegurarme que no quede nadie aquí dentro.

Cuando Young regresó su mirada vigilante a la multitud, ella ya no estaba.

-Búscala- dijo Young a su mascota, y Sargento brincó al barandal del palco y bajó por las cortinas.

Young se quedó solo en el palco hasta que el gran salón se vació por completo, esperando verla y atraparla, pero no la vio y estaba por salir y dar la orden de búsqueda a los guardias, cuando Sargento regresó con un pedazo de tela y señaló con su hocico hacia las sombras. Young vio algo moviéndose y se quedó mirando fijamente hasta que la vio salir. La misma chica que había llamado su atención hacía poco, estaba moviéndose hacia una puerta de caoba que…

-¡La bóveda!- grita Kyra emocionada.

-Calma, calma, aún no llegamos a ese momento.

La puerta a la que se dirigía la chica llevaba al salón del trono, detrás del cual se encontraba la bóveda. Young pensó que la mujer era una ladrona vil… y peor aún,  que era tonta, pues al parecer no tenía el cerebro suficiente para deducir que nadie en su sano juicio dejaría la bóveda real de Gedea sin vigilancia alguna. El ejercito que le esperaba detrás de esa puerta seguramente sería una sorpresa bastante agradable para la ladrona.

Bien, él simplemente se iba a sentar en su palco y a disfrutar del espectáculo.

La vio forzando la cerradura y casi desesperó de la emoción, ¿Cuánto podía tardarse en violar la cerradura? Además de ladrona y tonta, era absolutamente lenta.

Cuando la cerradura estaba a punto de ceder, ella se detuvo en seco, la vio llevarse una mano al oído, ella había escuchado algo, algo peligroso para ella. La chica retrocedió de nuevo hacia las sombras. Él esperaba que alguien entrara al salón pero después de unos minutos seguía desierto.

La buscó nuevamente entre las sombras temiendo que hubiera escapado, pero casi de inmediato la divisó dirigiéndose a la puerta de servicio. No estaba huyendo. De estar huyendo, simplemente hubiera salido por la puerta hacía el jardín y se hubiera perdido entre la gente. No, ella buscaba algo más, algo que no estaba en la bóveda… ¿pero qué podría buscar que estuviera atravesando la puerta de servicio?

-Síguela, Sargento.

El pequeño genet era sin duda la combinación perfecta de velocidad y sigilo. Mientras Sargento seguía el rastro de la ladrona, Young tenía muchas preguntas en mente, pero la más importante era: ¿Qué se estaba proponiendo?

Sargento se detuvo en una esquina y señaló con el hocico una puerta. La chica estaba revisando la cerradura.  Young estaba intrigado. ¿Qué podía haber en una biblioteca que tuviera el valor suficiente como para que corriera tantos riesgos?

Después de que la chica logró abrir la cerradura de la biblioteca, sacó algo de una bolsa que llevaba atada a la cintura; una bola de pelos se estiró e hizo un chillido extraño.

Colmillos se deslizó dentro de la biblioteca y tras unos segundos volvió a salir. El lugar estaba solo. La chica levantó al animalito y este trepó hasta el hombro de su dueña mientras entraban a la biblioteca.

Young esperó afuera, espiando a través de la puerta apenas abierta. Ella había encendido las luces y ahora estaba buscando algo. Podía entrar y detenerla, por supuesto, pero quería saber qué es lo que ella buscaba para más tarde informar al Rey del objeto del robo, para que así el pudiera resguardarlo mejor.

-Te encontré – ella sostuvo en alto un libro viejo de pasta desgastada.

Examinó algunas otras cosas pero no tomó nada más que el libro. Se dirigió a la puerta y Young se preparó para atraparla al salir… pero los segundos pasaban y ella no salía. Young no podía esperar más. Abrió la puerta silenciosamente y…

La biblioteca estaba vacía...

miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo VI: Charla con un extraño

Para cuando la mucama regresa con Kyra, yo ya he curado y vendado mi herida y la he ocultado con mi guante y también he tenido tiempo de secar mis lágrimas y preparar el sillón para que Kyra duerma.

-¿Continuarás con la historia, verdad?

En este preciso momento lo que menos quiero es acordarme de Caddy, así que ya he planeado contarle una historia diferente esta noche. Quizá mañana me sienta con mejor ánimo de seguir contándole la historia de Caddy y Young.

-Bueno, Kyra, ¿sabes? Creo que hemos pasado mucho tiempo con esa historia y debería estar preparándote para ser presentada ante los Profetas.

-¿Entonces no habrá historia hoy?

Kyra me mira con tristeza, pero realmente en estos momentos no tengo ganas de dejarla ganar.

-No.-Digo secamente mientras tomo un libro de la mesilla.- Prometo que no lo haré aburrido.

-Está bien.-dice Kyra resignada- Pero mañana quiero que me sigas contando sobre Caddy y Young.

Kyra se sienta y me mira con aburrimiento mientras le explico cómo pararse, como caminar, como hablar,  y que ademanes durante la presentación. Hago que se ponga de pie y practique durante un rato, pero es evidente que esta aburrida. Las luces del pasillo se apagan y es hora de dormir. Kyra se acuesta recargando su cabeza en mi regazo y parece tan pacifica que me intriga lo sucedido en la mañana en la terraza del tren. Le doy un beso en la frente y ella susurra “Te quiero, Ellioth”.

Nunca me casaré ni tendré hijos propios, pero no importa, porque Kyra  es mi mundo en estos momentos.

Kyra no tarda en dormirse, pero yo tengo insomnio. Al poco rato escucho voces afuera del tren y me doy cuenta de que los ingenieros han llegado para reparar la locomotora. Por el escándalo que oigo, parece que trabajarán toda la noche.

Giro mi cuello y lo siento tronar. Dormir sentado los últimos días no me ha hecho mucho bien. No se cómo Kyra duerme con tanta facilidad. Breez diría que eso es a lo que ella llama “Conciencia limpia”. Río al pensar en ello y aquí voy de nuevo, recordando lo que no quería recordar. Supongo que es inevitable evitar pensar en cosas tan arraigadas a la memoria.

Es increíble lo bien que se arraigan algunos recuerdos irrelevantes a nuestras memorias, mientras que lo que deberíamos realmente recordar y atesorar, se desvanece a los pocos días. Hay veces que me pongo a pensar en las lecciones de mis tutores de cuando era niño, y las tengo grabadas como si fuera en piedra, con puntuaciones, paréntesis y tecnicismos; pero las cosas que realmente me gustaría recordar, los momentos que pasaba en compañía de Caddy, a veces se me van entre los dedos cuando intento recordarlas, percibiendo vagamente los aromas, las sensaciones y los sonidos que me rodeaban; y me doy cuenta tristemente de lo fácil que es olvidar solo lo que uno desea recordar.

El ruido de los hombres trabajando me mantiene despierto y miro por la ventana como las estrellas van apareciendo y desapareciendo conforme las horas pasan. Decido que no puedo pasar la noche entera en vela teniendo tantas cosas por hacer al día siguiente y trato de dormir, aunque en realidad lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y descansar de mis pensamientos. Después de un par de horas sigo totalmente consciente. Mentalmente me pongo a hacer una lista de todas las cosas por hacer en Faria y todos los lugares que quiero mostrarle a Kyra y…

Creo que dormí al menos dos horas, pero para mí en estos momentos es suficiente. Después de todo en unos días estaremos de vuelta en Matur y dormiré durante tres días de ser necesario. Kyra sigue dormida y creo que yo puedo hacer lo mismo unos minutos más. Cierro los ojos nuevamente y tocan a la puerta de la cabina.

-Buen día, Señor Keylat.- dice amablemente la mucama de ayer- El jefe de seguridad del tren dice que en dos horas estaremos nuevamente en marcha. El desayuno será servido en media hora.

-Muchas gracias, señorita.

Cierro la puerta y me froto la cara con pereza. Necesito rasurarme.

-Kyra, Kyra, despierta, muñeca.

Kyra está demasiado dormida aún. Me tomará toda  la vida despertarla. Sigo llamándola mientras saco mi navaja y una toalla para rasurarme. Espejo… ¿Dónde puse el espejo? Creo que lo he olvidado. Tendré que ir a los servicios a rasurarme. No creo que Kyra despierte en un buen rato. Cuando regrese seguramente estará empezando a desperezarse.

Ni bien empiezo a rasurarme, volteo violentamente, porque creí ver en  el reflejo del espejo a Kyra detrás de mí. No hay nada. Nada a excepción de una creciente sensación de ardor en mi mejilla derecha. Demasiada sangre para ser un corte pequeño. Con cuidado termino de asearme y regreso a la cabina. La puerta está abierta, pero Kyra ya está despierta. A Kyra no le gusta estar sola en lugares cerrados; debió abrir la puerta cuando despertó y vio que yo no estaba. Le pregunto cómo durmió mientras me pongo una casaca limpia y guardo mi navaja y la toalla. Tomo un pañuelo y lo mojo con el agua de la jarra de la mesilla. Sacó un vestido limpio y la apresuro a vestirse.

Kyra no ha hablado mucho durante el desayuno. Trato de animarla diciéndole que hoy mismo llegaremos a Faria y estaremos en Gedea justo a tiempo para la cita con los profetas. Aunque sonríe, no parece entusiasmada.

De regreso a la cabina comienzo a ordenar nuestras pertenencias. Cuento las maletas y reviso que todos nuestros objetos de valor estén en su lugar. Kyra se ha entretenido leyendo un libro, pero no ha cambiado la página en media hora. Cuando termino de preparar nuestras cosas me doy cuenta de que hay una pequeña caja sobre la mesilla. No la reconozco.

-¿Y esta caja?- pregunto para mí mismo.

Kyra me mira de reojo y después mira por la ventana.

En la caja hay una leyenda escrita a mano:

“VEJJUT BOYKA ZAH”

Está escrito en lenguaje antiguo, pero no sé exactamente cuál sea. Esta vacía. Debe ser que a las personas que ocuparon esta cabina antes que nosotros la olvidaron. Sí, creo recordar que había una caja aquí cuando llegamos, junto a la jarra y la lámpara.

Al fin llegamos a Faria y espero a que el tren se vacíe para poder bajar. Un par de guardias nos ayudan a bajar nuestras maletas mientras caminamos por el pasillo rumbo a la salida del vagón.

Mientras esperamos un transporte que nos lleve al muelle, miro a poca distancia al anciano del tren. Está mirando a Kyra y yo la cargo para recordarle al hombre que mi hija no está sola. Lo miro fijamente y él se limita a asentir.

Por fin llega nuestro transporte y mientras subimos, escucho al anciano decir:

-Que tengan buen viaje, Señor. Eti boyka piip, leevash.

Ignoro su saludo y volteo hacia otro lado.

Llegamos a los puertos justo a tiempo para tomar el siguiente viaje a Gedea, una hora antes de lo que tenía planeado. Kyra parece más animada que esta mañana el trayecto, corre de un lado a otro en la cubierta. Me pregunta los nombres de los peces que ve y para qué sirven las maquinas que se utilizan en la nave.

Por mi parte siento que me han quitado un peso de encima ahora que estamos a poco tiempo de llegar a Gedea.

-Buen día, caballero.- Un marino me extiende su gruesa y descuidada mano mientras sonríe dejando ver dos dientes de oro.

-Buen día, señor. ¿Buen día para navegar?

El hombre escupe hacia el mar y con la voz al cuello grita:

-¡Esplendido! No hay mejor día para navegar que un día de dos soles. Por cierto, ustedes no son de Faria, ¿cierto? Lo adivino por sus ropas.

-No.  Somos de Matur, en Nephilia.

-¡Nephilia! Igual que Sparks.

-¿Sparks?-pregunta Kyra- ¿Cómo Young Sparks?

-¡Ah!- exclama el marino- ¡El gran Capitán Young Sparks! ¡La pequeñita sabe de él!

-Mi papá me cuenta historias sobre él y sobre…

-Nada, nada, nada... –El hombre interrumpe a Kyra-  Seguramente un hombre de letras y bibliotecas como usted solo sabe lo que escuchó de otros, pero si quiere saber la verdad de las cosas, ¡pregúnteme a mí –dice mientras ríe a todo pulmón- Sé muchas historias de él.

-¿Y cómo es que sabe tanto?- pregunto.

-Sparks fue mi compañero en la academia y después, tuve el honor de pertenecer a la cuadrilla que él dirigía. Cuando el Circulo Interno lo acusó de traición, abandoné la guardia y me uní a esta tripulación. No estoy dispuesto a trabajar para hombres que acusan injustamente a un hombre tan honorable como lo fue Sparks.

En muchas partes de Kil, sobre todo en los puertos, se conocen a medias historias del Clan Sparks, y siempre ha sido mi deleite escucharlas y secretamente es mi vicio burlarme de las incoherencias e inexactitudes que la gente cuenta con tanta seguridad y que no son más que mentiras mezcladas con verdad.

-¡Oh, por favor, cuénteme, buen hombre!- digo mientras trato de contener la risa.

-¡Ese ladino de Sparks! ¡Los destinos lo cuiden! Limpió de piratas las aguas de Kil, desde Faria hasta Mesán. Incluso logró capturar al famosísimo Raman Mah-Sey. Aunque el circulo interno, esos malditos. Después de que Sparks arriesgó el cuello viviendo con esos salvajes para ganarse su confianza y después capturarlos… esos desgraciados lo acusaron de traición ¡TRAICION! Ahora el pobre Sparks vive en el exilio. Nadie ha sabido de él. Dicen los malditos del Circulo Interno que se ha convertido en un pirata. ¡Pirata!… Sparks no podría, jamás ser como esos malditos piratas. Es culpa de esa mujer. ¡De esa maldita serpiente!

-¿Mujer? ¿De qué mujer habla usted?- En este punto se bien de quien habla, pero nunca antes había escuchado que hablaran de ella y jamás pensé que llegarían a llamarla de esa manera.

-¿De qué mujer? De la hija de Mah-Sey…

-¿Está hablando de Caddy?- pregunta Kyra.

-¡Ah! ¡Los Destinos censuren ese nombre para siempre! La vil serpiente fue la perdición de Sparks. Ella lo sedujo, lo engañó, lo llevó a su perdición…

Miro al hombre incrédulo, con asco. Él no la conoció, él no sabe la verdad, él no tiene derecho a hablar así de ella. Si no me alejo de él, haré algo de lo que me arrepentiré. Kyra me abraza y solloza. Tampoco le gusta que hablen así de ella.

-Disculpe, Señor. –Digo escondiendo mi rabia- El barco está por llegar a puerto. Que tenga buen día.

-Quizá nos encontremos cuando usted vuelva de Gedea… Quizá le siga contando más sobre Sparks…

lunes, 13 de enero de 2014

Capítulo V: El hada sobre tu hombro


Cuando era pequeño, Breez nos contó una historia a Caddy y a mí, sobre el hada sobre el hombro de los niños. Todos los niños nacen con un hada en su hombro derecho, es invisible y pequeña, nadie la nota y muchos creen que no existe.

El hada crece con nosotros. Cuando nacemos, es pequeña y apenas puede moverse, pero aprende rápido del entorno. Conforme crecemos, el hada aprende a cuidarnos y a discernir entre lo bueno y lo malo y nos los susurra cuando debemos tomar una decisión. El hada es un regalo de los Destinos, nos susurra al oído lo que es correcto de hacer y aleja a los peligros, nos consuela cuando tenemos pesar y nos conforta cuando tenemos miedo; pero el hada es muy asustadiza y celosa. Cuando un niño es presentado ante los Profetas, El hada se convierte en un hada adulta y entonces no solo nos susurra las cosas buenas, si no también, nos aconseja y nos ayuda a comunicarnos con los Destinos; es el medio por el cual los destinos hablan a nuestra mente y nuestro corazón. Nos hacen saber que ellos están cerca cuidándonos.

Si uno no hace caso de los consejos del hada, se molesta y deja de hablarnos y de protegernos. Muchos adultos ya no tienen el hada sobre su hombro y otros aún la conservan. Aquellos que conservan el hada sobre sus hombros hasta el momento de su muerte, son los más afortunados, pues se dice que los Destinos tienen un lugar especial reservado para ellos después de esta vida.

No me di cuenta cuándo me quedé dormido y gracias a que tengo un sueño muy pesado, apenas hice caso a Kyra cuando me dijo que necesitaba ir al servicio. Creo que gruñí o algo parecido y ella lo interpretó como un “Si”.

Salgo al pasillo mientras me pongo la casaca. Me encuentro con las dos mismas mujeres que hablaban de Kyra ayer, me miran y murmuran algo. Alcanzo a entender que mi cabello es un desastre. Llego a los servicios y pido a una mujer que averigüe si mi hija está dentro. La mujer responde negativamente, pero me dice que la vio en la terraza del tren. Le agradezco y me dirijo hacia donde ella me dijo.

Llego a la terraza y miro en todas direcciones. Hay mucha gente para ser tan temprano. Finalmente la veo en una esquina alejada.

-Kyra, ¿qué haces aquí, hija? -Kyra permanece inmóvil y sin responderme- Kyra, ¿me oíste?

-Papá…-me llama con voz temblorosa, mira hacia la derecha y allí está el mismo anciano de ayer mirándola fijamente, corre a abrazarme y puedo sentir que está temblando.

Miro al hombre enojado mientras me dirijo a Kyra, la cargo y la llevo dentro mientras el anciano me mira incrédulo, mientras camino me doy cuenta de que tiene un polvo brillante en su hombro derecho.

Sé que Kyra debió estar asustada porque no ha parado de llorar. La siento en el sillón de la cabina y seco sus lágrimas.

-¿Qué sucede, Kyra?, ¿ese hombre te hizo algo? – estoy bastante preocupado.

Kyra se limita a mover la cabeza negativamente.

-Me duele mucho la cabeza, Ellioth.

-¿Segura que es solo eso?

Kyra asiente, aunque yo no estoy muy contento con esa respuesta. Algo sucedió. Algo pasó para que mi hija este tan alterada. Sin dejar de abrazarla, toco la campanilla junto al sillón y en segundos aparece una joven en la puerta.

-¿Llamó, señor? –dice amablemente.

-Sí, gracias. Señorita, mi hija no se siente bien, ¿podría traernos el almuerzo a la cabina?

-Sí, señor. ¿Algo en especial?

-No. Un almuerzo normal estará bien. Y también un té para migraña.

-¿Necesita que llamé al doctor del tren?

-No. Es todo. Pero si pudiera conseguirme información sobre cuando quedará reparado el tren, se lo agradecería mucho.

-Veré que puedo hacer. Con su permiso.- con una ligera reverencia, la mucama se despide y sale a cumplir mi encargo.

Mientras Kyra almuerza, he logrado terminar mi plan para llegar a tiempo a Gedea, con un día y medio de sobra. Espero que todo salga bien, Aunque ya no podremos ir a visitar la Gran Biblioteca de Faria, ni la Academia de Ciencias de Niné.

La mucama viene para retirar el servicio de comida y me informa que los ingenieros han llegado a Matur y están en camino a reparar el tren.

Fuera de los acontecimientos desagradables de la mañana, nuestro día transcurre monótono y tranquilo. Enseño a Kyra su lección del día, la llevo a caminar, le muestro la locomotora del tren y trato explicarle cómo funciona.

No me separo de ella ni el más mínimo instante. Gracias a la intervención de los Destinos, el anciano no se ha vuelto a aparecer en nuestro camino y eso me alegra.

Durante la cena, el guardia principal de tren nos informa que los ingenieros llegarán durante la madrugada y que trabajarán toda la noche para poder reparar el tren lo antes posible, tentativamente, el tren estará listo antes del mediodía.

Antes de dormir, consigo que la mucama lleve a Kyra al servicio para asearse, advirtiéndole que no la pierda de vista ni un segundo. Mientras preparo el sillón para dormir, miro por la ventana y me distraigo viendo la luna. Es la primera vez que tengo tiempo de pensar en Caddy desde hace mucho tiempo.

La extraño.

Pensar que fue bajo esa misma luna cuando le declaré mi amor y ella me correspondió con un beso; y que tiempo después bajo esa misma luna  fue que ella me gritó encolerizada su odio hacia mí, con toda razón y justificación. Lo único que me previno de perder mi cordura esa  noche fue Kyra. El saber que Kyra dependía de mí, de que yo la cuidara y la educara, puso un escudo en mi mente que me salvó de la locura. Sin Kyra mi vida no tendría sentido.

Sin embargo, los ojos purpura de Caddy me han vuelto tan fuertemente en estos momentos, que espero que la mucama tarde más de lo esperado aseando a Kyra, para poder llorar en paz.

Ella nunca fue especialmente bonita. Su cabello era un desastre de rizos rebeldes y caprichosos, su nariz era un poco más grande de lo normal, era de muy corta estatura y de manos maltratadas por el trabajo constante en su taller. Además tenía la mala costumbre de morderse las uñas cuando estaba nerviosa y eso era casi continuamente. Su ropa siempre estaba llena de manchas de aceite y ¡qué decir de su carácter! Lidiar continuamente con la idea de ser la única mujer de una familia de trece hermanos, la había orillado a tener una personalidad fuerte y volátil. Tenía una voz fuerte y no le daba miedo demostrar quien mandaba en ese lugar, además era la mujer menos femenina que yo había conocido.

Cualquiera pensaría que ella estaba loca, y que alguien de buena cuna, como yo jamás vería nada en ella… pero se equivocan. Yo la miraba.

Miraba su hermoso cabello flotando en el agua cuando íbamos a nadar, haciendo caracolas y remolinos que hacían cosquillas cuando nadaba muy cerca de mí. Miraba sus manos llenas de trabajo duro y esfuerzo, su carácter fuerte e inteligente, de sangre caliente y mente fría, su voz a través de los pasillos de La Fortaleza asegurándome que nunca estaba muy lejos de mí si había problemas. Su personalidad comprensiva conmigo, que me permitía mostrarme tal cual era.

Pero sobre todo, miraba sus enormes y hermosos ojos purpura, que se tornaban iridiscentes bajo la luz de la luna.

Saco de mi casaca un pañuelo que envuelve el tesoro más preciado que tengo. Uno de los inventos de Caddy. Ella lo hizo para mí y me lo regaló cuando le dije que comenzaría mis estudios de Alquimia en Gedea y que no volvería en tres años.

Esa noche… ¡Cómo recuerdo esa noche! Habíamos pasado todo el día en la isla cercana a La Fortaleza y cerca de la media noche decidimos que era momento de volver.

-Espera, Ellioth. –Me detuvo antes de entrar al mar -  Tengo… algo que quizá te sea útil. Es… algo que yo hice, así que por favor no te burles.

Miré como Kyra sacaba de su bolsa -esa bolsa de piel que siempre tenía colgando en el cinturón- un pañuelo.

-Es un bolígrafo. Pero no es un bolígrafo cualquiera.

-Viniendo de ti, no lo dudo – dije sonriente - ¿Qué hiciste para que este bolígrafo fuera especial?

Kyra tomó el bolígrafo y me miró muy seria:

-Es un bolígrafo mágico.

-¿Mágico?

-Sí. Mira, si giras esto… la plumilla se esconde, y si giras aquí… ¡Una navaja! Ahora, giramos de nuevo para esconder la navaja y giras aquí y… ¡Una pequeña lupa!... ahora, quita la tapa y presiona aquí… ¡Una lamparita! Y finalmente… si quitas este pequeño tapón…

-¡Oh, cielos! ¡Puedes esconder pequeños pergaminos aquí!

-No lo uses para hacer trampa en tus exámenes.

-No prometo nada… gracias, Caddy.

En ese preciso momento, mi estómago estaba hecho un nudo y sabía que si no decía lo que sentía en ese momento, nunca lo iba a decir.

-Caddy…- ella me miró – Te voy a extrañar mucho. No sé si podré aguantar tres años sin verte.

-¡Vamos! Seguro será más fácil que aguantar un mes en mi compañía.- dijo mientras reía. Esa risa… ¡esa hermosa y estridente risa!

-No… no es eso. Caddy… en realidad yo… –me di cuenta de que no iba a ser tan fácil cómo esperaba, pero ya no había marcha atrás, cerré mis ojos y lo dije lo más rápidamente posible – Te amo, Caddy - por fin había dicho lo que sentía, pero me sentía estúpido, así que traté de explicarme lo más rápidamente posible – Te amo y te he amado hace mucho tiempo, y cuando estoy lejos de ti, solo puedo pensar en esto. En estar juntos, como ahora, por el resto de mi vida, porque…

Sus labios sobre los míos me quitaron el aliento y las palabras. Primero fue un roce suave, podía sentir su aliento cálido, la sentía temblar, como si dudara en terminar; luego como si no supiera como hacerlo, -¡Por los Destinos!, Claro que no sabía cómo hacerlo porque era la primera vez que lo hacía- ella prensó su boca contra la mía mientras acariciaba mi cuello…

Fue un beso seco, corto y lleno de dudas y miedo. El miedo de una jovencita a ser víctima de una broma cruel, pero con la suficiente decisión de una mujer que estaba dispuesta a correr el riesgo de equivocarse con tal de despejar sus dudas.

Se separó violentamente de mí, apenada y se rehusó a hablarme o mirarme a los ojos por más que le rogaba. Su cara estaba totalmente roja. Eso me hacía sentirme más enamorado de ella. Tomé su cara entre mis manos, la obligué a mírame y le sonreí… después la besé.

-Caddy, de verdad, te amo… y prometo que si así lo quieres, te esperaré, de verdad, lo prometo.

Ella no dijo nada. Solo me abrazó fuertemente y se echó a llorar. Nunca la había visto llorar antes.

Me he recriminado una y mil veces por no poder cumplir la promesa que le hice. Ella tiene toda la razón en odiarme. Soy un miserable. Quito el guante de mi mano derecha, observo todas las pequeñas cicatrices en el dedo meñique, son tantas que no se ve piel sana en ningún lado. Saco la navajita del bolígrafo y hago un corte más.